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lunes, 1 de junio de 2009

UN POETA TRÁGICO

210109
Tomás Díaz Bartlett,
un poeta de tragedia
*Revelan la muerte de su madre
*Escribió desde un hospital
*Jorge Priego vuelve a honrarlo
(especial para El Heraldo)

Por Erwin Macario

Jorge Priego Martínez, investigador, poeta, historiador, abrió anoche las puertas de la historia, y la presentación del libro Yo que tengo más muerte se los digo, colección poética de Tomás Díaz Bartlett –que el mismo presentador reunió–, sirvió para revelar la tragedia que sufrió la madre del poeta.
Los asistentes al Jaguar Despertado habían disfrutado, en la buena lectura y la voz de Jorge, algunos poemas del tenosiquense, como aquel que dedicó a Elvira Gazcón y del cual uno de sus versos dio título al libro donde el centleco reune –homenaje permanente que ha hecho desde su ejercicio como editor cultural– poemas de los tres libros del tenosiquense.
“Aquí he aprendido lo que vale una puerta/ –yo que tengo más muerte se los digo–…”, había cantado, triste, el verso. Y más adelante, revelación velada: “A veces/ cuando me acuesto a remontar mi sangre/ y ve/ que de mi árbol genealógico/ soy la parte que duele,/ le digo a mi tristeza…”.
Tomás Díaz Bartlett, que halló la libertad de las cuatro paredes de su cuerpo –y las cuatro paredes del cuarto de hospital donde pasó unos diez años encamado– al través de su poesía, reunida antes en tres libros –Bajamar (1951), Con displicencia de árbol (1954) y Oficio de cadáver (1958), este último póstumo– tuvo una vida trágica.
Murió antes de cumplir los 40 años, al caer de la cama del hospital y fracturarse el cráneo. “Soy la parte que duele”, había dicho. Nada se sabía en Tabasco de la forma en que su madre había perdido la vida.
Jorge Priego mismo dijo que no conocía esa parte de la historia. Sólo sabía que había sido de un balazo.
La verdad, a casi un siglo, surgió anoche. La cuenta alguien que fue amigo del poeta, Audomaro Zetina Castillejos, su paisano. Y la escuchó de boca de su familia, amiga de la familia de Tomás Díaz Bartlett.
Reveló el ex ingeniero en metalurgia que un día, cuando el poeta era joven, la familia y amigos navegaban por el río –el Usumacinta— y los hombres, escopeta y rifle en mano, se dedicaban, desde la parte superior de la canoa, arriba de la lona, en el capacete de la lancha, a disparar contra iguanas así como garzas y algunas otras aves que se hallaban en las riberas del río.
La tragedia llegó cuando uno de ellos, de apellido Calzada, bajó el arma y ésta se disparó lesionando a doña Mercedes Bartlett, que murió a consecuencia de ello. El asunto no pasó de ser un accidente ocurrido cerca del rancho Chelená, de Salvador Suárez, que había invitado a ese “pasadía”.
El después poeta se hizo médico, protegido él y sus hermanos por su tío Manuel Bartlett Bautista y debido a una enfermedad que lo invalidó los últimos diez años de su vida, encontró en la poesía no sólo su catarsis sino su liberación, más allá de su muerte acaecida en 1957.
En una plática sobremesa, después de la presentación que hizo Priego Martínez, el historiador y don Audomaro dialograron ampliamente, lo que vendrá a enriquecer el conocimiento que sobre el vate tiene el investigador y ha dado a conocer desde su oficio de cultura, principalmente en el suplemento cultural del Diario Novedades, donde recopiló todo el material que formó el libro anoche presentado.
También se supo un nuevo dato: el poeta tuvo un hijo, que se negó en su tiempo y que fue fruto del matrimonio que tuvo con quien fue su enfermera, Celia Zárate. El hijo debe vivir en Tlanepantla.