IRRESPONSABLES
TRANSPARENCIA
Caca de perro
Era un callejero con el sol a cuestas,
fiel a su destino y a su parecer;
sin tener horario para hacer la siesta
ni rendirle cuentas al amanecer.
fiel a su destino y a su parecer;
sin tener horario para hacer la siesta
ni rendirle cuentas al amanecer.
Alberto Cortés/ Callejero
Ayer, domingo, caminé por la
zona luz. Por toda la calle Juárez y si bien es agradable no encontrar puestos
a diestra y siniestra, como antes sucedía, hay algo peor: está comprobado que
desde el gobierno municipal de Jesús Alí no lavan esas banquetas y calles del
llamado centro histórico.
Y, lo peor, que es insoportable el olor a mierda
de perro. Y vaya que no es sólo responsabilidad de los malos funcionarios del
Ayuntamiento de Centro, esos que dice Gerardo Gaudiano Rovirosa que no tienen
comprado el puesto y cualquier hora se pueden ir, sino también de las
autoridades sanitarias.
La materia fecal de los perros, que en toda
Villahermosa ya constituye un problema, es un mal de salud pública. La caca
perruna contiene parásitos que causan diversas enfermedades en el humano,
algunas de las cuales pueden causar ceguera y hasta la muerte. Y nuestra ciudad
es una gigantesca perrera: en las casas no faltan estas mascotas que sacan a
defecar por las banquetas citadinas.
Los excrementos son un problema, Y no sólo en
Villahermosa. Ciudades como New York y París, por sólo citar dos casos, ha
tomado medidas extremas, Un dato publicado en el New York Times revela que las
multas impuestas por no recoger la caca de perro son de 750 euros en Londres.
Paris, 600 euros; y New York, 100 euros.
No estoy aconsejando a Gerardo Gaudiano para que
incremente ingresos, únicamente doy un dato de este mal, porque si no se
castiga a los dueños que sacan por las noches sus perritos a retozar y cagar,
al menos deben lavas las banquetas y las calles, como se hizo en los gobiernos
priístas, el último de Jesús Alí.
Por ahí en las bodegas de la zona luz están
guardados los equipos de limpieza que usaban en esa parte del centro de
Villahermosa. Nuestra ciudad no merece que le pongan motes como La apestosa,
por ejemplo. A Mérida por algo le llaman la Blanca Mérida; y no deje usted de
asombrarse de lo limpio que luce Campeche. Ya no digamos porqué le llaman a
París la Ciudad luz, si hacemos a un lado las toneladas de excremento de perros
que produce.
Pero el problema de Villahermosa es problema
cercano a nuestras narices. El alcalde Gerardo Gaudiano debe apretarle las
tuercas a los funcionarios de la también llamada zona remodelada. Cuando menos
en este mes de diciembre deben lavar la calle Juárez, que es donde más se
siente el hedor villahermosino, y donde más caminan nuestros visitantes.
Como algunos defensores oficiosos tratarán
de aminorar el problema comparándolo con otras ciudades, de una vez les doy
argumentos: en Buenos Aires, dice un analista, hay alrededor de 400 mil perros,
que cotidianamente vierten unas 68 toneladas de excrementos sólidos además de
unos 120 mil litros de orina. La mayor parte de tales deposiciones son
recibidas en forma indiscriminada por las veredas y las plazas de la
ciudad. Estudios realizados por la Facultad de Veterinaria de la UBA
muestran que un 80% de las plazas de la ciudad de Buenos Aires se encuentran
contaminadas con huevos de parásitos (Toxocaras, Ancylostoma, Trichuris, etc)
capaces de infectar a las personas.
Y no estoy contra los perros sino contra sus
dueños. Los perros callejeros, que antes las autoridades sanitarias recogían
para sacrificarlos o los estudiantes de medicina veterinaria recolectaban para
llevarlos a sus prácticas, son menos ahora. Quizá por el gusto que su carne ha
despertado en algunas taquerías.
No, la caca de perro es excremento de canes con
dueños que los sacan fuera de casa a hacer sus necesidades. En las zona luz,
mejor dicho en la calle Aldama hay un matrimonio lleno de estos animalitos y no
les molestan en sus casas. Esos son los culpables de que Villahermosa apeste.
A los perros hasta se les puede cantar:
Era callejero por derecho propio;
su filosofía de la libertad
fue ganar la suya, sin atar a otros
y sobre los otros no pasar jamás.
Aunque fue de todos, nunca tuvo dueño
que condicionara su razón de ser.
Libre como el viento era nuestro perro,
nuestro y de la calle que lo vio nacer.
Sí, pero sus excrementos, al menos en la calle
Juárez de Villahermosa, son un problema que deben resolver para que no
apestemos tanto.
Y el título de esta columna no es copia de una
obrita de teatro que se llama Caca de Gallina.
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