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martes, 27 de octubre de 2020

CÓMO PASAR A LA HISTORIA 

Tp261020 Prensa RUMBO NUEVO


TRANSPARENCIA

POLÍTICA

Erwin Macario

 

La prensa de hoy

 

¡Basta ya de hipocresías!

¿qué periódico de México

ha vivido o vive sin el apoyo

de la publicidad del Estado?

Enrique Ramírez y Ramírez

240677/ Periodismo y política

 

El reciente reclamo internacional al presidente Andrés Manuel López Obrador por su actitud agresiva que “estigmatiza cada mañana, en sus conferencias matutinas, a la prensa, periodistas y columnistas críticos a su gestión”, —lo que concita el odio de sus seguidores—, y la respuesta cotidiana de éste, me han llevado a reflexiones que vale la pena dejar en el papel y la nube.

He usado en el epígrafe de hoy una frase del director del desaparecido diario El Día, porque Ramírez y Ramírez está entre los grandes periodistas de México como nuestro paisano José Pagés Llergo y Julio Scherer García, quienes supieron mantener dignidad en la relación prensa-gobierno.

Leer el diario El Día y la revista Siempre!, en esos tiempos, era ser considerado comunista o al menos de izquierda, como lo fueron Enrique González Pedrero y más reciente Andrés Manuel López Obrador, joven, y muchos que ya he documentado.

El periodista Ramírez y Ramírez, que consideraba a Carlos Pellicer “mi maestro de toda mi vida”, tenía esa fama de izquierda. Además, se proclamaba un periodista político y “un creyente del socialismo de nuestra época”, como muchos jóvenes de entonces y algunos periodistas, después, seguidores de AMLO. Hoy en el ostracismo.

Eran los tiempos en que el Estado respetaba y tutelaba el, ejercicio de prensa como un instrumento al servicio del pueblo. El propio Lázaro Cárdenas —que respetaba a sus adversarios, según acaba de restregar su hijo Cuauhtémoc— había creado lo que mucho tiempo apoyó a la prensa y la industria editorial, la Productora e Importadora de Papel S.A. (PIPSA).

Mucho ha cambiado. Ya el gobierno ha preferido el silencio casi total de su quehacer por no pagar publicidad y propaganda a la mayoría de los medios.

Y en estos, empresarios y periodistas, han escogido el papel con el que serán recordados. Lo que me lleva a insistir en lo que ya se ha escrito.

Son los Esaú que cambian su progenitura en el templo de la verdad, en el campo de la historia, por un plato político de lentejas, como leemos en Génesis 25:

“29 Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado,

30 dijo a Jacob: Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por tanto, fue llamado su nombre Edom.

31 Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura.

32 Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura?

33 Y dijo Jacob: Júramelo en este día. Y él le juró, y vendió a Jacob su primogenitura.

 

34 Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura”.

Parte de cinco generaciones de periodistas en Tabasco —la de Trinidad Malpica, El Indio Soler, Jorge Calles, Florentino Bautista, Mario Madera, Humberto Muñoz, Julio César Javier, Hilda del Rosario, Gaba Gutiérrez, entre otros de la primera; la propia con Miguel Octavio Merino y Guillermo Hubner, Isabel Arvide, Lucrecia Leduc por citar algunos; la tercera en la que han surgido colegas como Mario Ibarra, Alfredo y Homero T. Calderón, Eugenio Hernández Sasso, Jesús Torres, René Alberto López; la cuarta, de la escuela formada por Isidoro Pedrero Totosaus, con el auspicio del gobernador Enrique González Pedrero; y la quinta, la que se aparta de la prensa escrita y se sube a la alfombra mágica de la internet— veo con tristeza la antropofagia de la supuesta prensa de izquierda, la que sirve a la 4T, que por cierto exige “lealtad incndicional”.

Como lo dijera Emmanuel Carballo en el prólogo del libro que hoy me sirve de epígrafe: prensa de izquierda “que divide en vez de multiplicar, que condena en vez de comprender, que expide certificado de defunción antes que actas de nacimiento”.   

A fuerza del servilismo al poder se consideran parte de él y enfrentan, ofenden, agreden, a sus compañeros periodistas. Son como “El perro que deseaba ser un ser humano”, ese de la fábula de Augusto Monterroso:

“En la casa de un rico mercader de la Ciudad de México, rodeado de comodidades y de toda clase de máquinas, vivía no hace mucho tiempo un Perro al que se le había metido en la cabeza convertirse en un ser humano, y trabajaba con ahínco en esto.

Al cabo de varios años, y después de persistentes esfuerzos sobre sí mismo, caminaba con facilidad en dos patas y a veces sentía que estaba ya a punto de ser un hombre, excepto por el hecho de que no mordía, movía la cola cuando encontraba a algún conocido, daba tres vueltas antes de acostarse, salivaba cuando oía las campanas de la iglesia, y por las noches se subía a una barda a gemir viendo largamente a la luna”.

Prefieren, encadenados, las sobras de la mesa del amo en el poder, que la libertad. Ya he contado la historia del perro de casa que, satisfecho con las sobras, aconsejaba a otro a dejar su libertad para tener la comida segura. El perro, de caza, sólo miraba el cuello de su congénere y las huellas de la soga. Ahora es más doloroso el collar de ahogo: una soga metálica que comprime el cuello del perro cuando éste toma una dirección distinta a la de su amo.

Pero mejor terminemos, sólo por hoy, con otra historia que, a la cronista de Villahermosa, Gaba Gutiérrez, una respetable andresmanuelista, le gustaba contar:

Estaba Diógenes de Sinope, el que vivía en un tonel, cenando lentejas cuando le vio el filósofo Aristipo, que vivía confortablemente a base de adular al rey.

Aristipo le dijo:

Si aprendieras a ser sumiso al rey, no tendrías que comer esa basura de lentejas.

A lo que replicó Diógenes:

Si hubieras tú aprendido a comer lentejas, no tendrías que adular al rey.

Queda en el tintero, como se decía antes.


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