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TRANSPARENCIA
POLITICA
Por Erwin Macario
Aguas de Tabasco
Y el hombre sufre el estrago,/ mas a pesar de su pena,/ admira al río que mata/ con su salvaje belleza.
José María Gurría Urgell
Voces aisladas, vox clamantis in acqua, han alertado en Tabasco sobre el peligro de las inundaciones. Unas de ellas ha sido la de Leandro Rovirosa Wade, quien, como gobernador, intentó una salida al mar. Otras, actuales, se pierden en el ruido mediático, en la creciente… y la ganancia de pescadores.
La cronista de Villahermosa, Gabriela Gutiérrez Lomasto es voz que clama. Su más reciente pre-texto para “aguarle” la fiesta a algunos, es el prólogo a la publicación que sobre el tema hizo Carlos Elías Dagdug Martínez, licenciado en derecho, notario, maestro universitario, político, caminante—navegante.
“Siendo muy joven tuve la fortuna de conocer mi estado a través de la navegación fluvial al viajar con mi padre, el señor Elías Sabino Dagdug Antonio, en las embarcaciones que recorrían los ríos de Tabasco operando rutas fluviales por falta de carreteras”, explica Carlos Elías en su trabajo “Tabasco, sus ríos, sus inundaciones y el plan hidráulico”, de reciente aparición.
Es un trabajo de vivencias, como acertadamente señala la tercer cronista de Villahermosa. Una obra que “nos hace navegar, en la balsa de los recuerdos, nuestros hidráulicos espacios”.
Y es cierto: “Sin lugar a dudas, los tabasqueños somos en mucho, mitad pez y mitad pájaro, por eso el agua es parte de nuestra propia existencia; en su espejo nos hemos visto crecer y desaparecer, sin ella no tendríamos historia”.
Dagdug Martínez ha llevado al papel su pasión por los ríos, desbordada sobre las mesas de amigos, en las reuniones. Lo que ha vivido, primero invitado a los viajes fluviales, después como heredero de la tradición transportista que don Elías Sabino “saltó” a tierra firme —pantanosas a veces— cuando “las carreteras y caminos pintaron su raya por los rumbos destinados al transporte automotriz que habría de suplir al fluvial y que cambió el destino de la historia de Tabasco”.
El autor del trabajo que pronto será presentado, —tal vez sólo en aulas universitarias, como se hizo anoche lunes ante estudiantes de la licenciatura en Periodismo que en Tabasco imparte la Universidad Autónoma de Chihuahua con apoyo de la Universidad Tecnológica de Tabasco— es testigo, pues, de al menos medio siglo del correr de las aguas tabasqueñas.
Ha visto frenarse obras como el cauce de alivio Samaria-Golfo de México; suspenderse otras como la presa Itzantum que, al controlar las aguas del río de la Sierra, hubiera evitado la Gran Inundación del 2007 y la amenaza que como espada hidrológica se cierne sobre Villahermosa.
Ha sentido el desencanto de otras, como el dragado de la barra de Frontera, en la que, incluso, como funcionario del gobierno de Salvador Neme, intervino en busca de una solución.
Su trabajo no es sólo una crónica de las inundaciones de Tabasco sino una voz que, como otras que no quieren escucharse, aporta propuestas y suma la suya a las de los que hemos visto correr las aguas, llover “sobre lo más hondo del alma” cuando los pescadores a río revuelto, de ayer y hoy, tiran sus redes de corrupción y detienen las obras que debían detener las fuerzas de la naturaleza hidrológica de Tabasco.
Así, Carlos Elías Dagdug Martínez, nos revive la memoria lacustre y pugna porque los ríos de Tabasco recobren su memoria hidráulica, que las autoridades tengan conciencia histórica y actúen para evitar nuevas catástrofes que afecten económica y socialmente a Tabasco, mediante el desarrollo definitivo del Plan Hidráulico de Tabasco, un sueño que nació en los tiempos de Tomás Garrido Canabal.
Las conclusiones del autor de “Tabasco, sus ríos, sus inundaciones y el plan hidráulico” advierte que este plan no puede consistir nada más en drenar las aguas de los ríos, porque eso nos llevaría a desertizar la entidad.
Insiste, eso sí, en que es necesario el dragado de los ríos, principalmente del Grijalva, del Mezcalapa, del Carrizal y del Usumacinta para desazolvarlos, pues sólo de esta manera lograrán contener un mayor caudal para evitar su desbordamiento. La arena que se extraiga de ellos puede aprovecharse para obras de construcción de distinta naturaleza.
También propone retomar el proyecto de la Presa Itzantum y sugiere desazolve de las presas del sistema del Alto Grijalva (Angostura, Chicoasen, Malpaso y Peñitas) para permitirles una capacidad mayor de almacenaje de agua; que se construya la compuerta de Malpaso para desviar parte del agua al río Uxpanapa, disminuyendo el volumen que recibe el Mezcalapa, con lo que se reduciría el riesgo de inundaciones en Tabasco y parte de Chiapas.
La construcción adecuada de bordos de defensa complementaría el control de las aguas y es indispensable que las autoridades estatales y municipales no autoricen ya fraccionamientos ni otras obras que afecten los vasos reguladores y drenajes naturales de los ríos, arroyos y lagunas.
La conclusión de la compuerta del Macayo —prueba de la ineficiencia y la corrupción que este columnista ha señalado— así como de las escolleras en la desembocadura del Grijalva, en Frontera, son otras de las insistencias del autor.
Así, tendremos levedad en la tragedia y no nos afectará tanto lo que, bien dice la cronista Gaba Gutiérrez, son “la falta de construcción de los bordos de contención, el frustrado PICI de vergonzosa historia, así como la agresiva turbinación por las razones de sobra sabidas, y claro, la luna de octubre, las lluvias, el cielo y las estrellas”.
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