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sábado, 24 de julio de 2010

PROCURADOR CORRUPTO

Tp250710CulturaHERALDO

TRANSPARENCIA
POLÍTICA
Por Erwin Macario erwinmacario@hotmail.com

De Friné, los desnudos
Alguna vez he pensado que esos brazos,
que con tal frenesí me enlazaron, caerán
de su pedestal, se esconderán también
sobre la tierra, como los de la carne,
porque la historia lo arrolla todo.
B. Farnés/ Venus dinámica

La investigación del accidente vial en el que presuntamente Ana Bárbara conducía el vehículo con el que se atropelló y dio muerte a una señora tabasqueña, me ha remitido a divagaciones y reflexiones.
Bien que la personalidad del presunto inculpado y de la víctima dan connotaciones diferentes a los asuntos normales. En este caso la víctima del accidente es una tabasqueña muy estimada en su municipio, Jalpa de Méndez. Y la acusada una bella cantante. Por eso es tema.
La forma en que actuó el procurador de Justicia de Quintana Roo, Francisco Alor Quesada, al exculpar a Ana Bárbara de la muerte de Florentina Vázquez Mier, atropellada y muerta en días pasados en Cancún, con una camioneta presuntamente manejada por la hermosa cantante, tiene que mover a sospechas. No se trata sólo de la corrupción en que pudieran estar las autoridades quintanarroenses. Algo más hay.
La propia belleza de la presunta homicida imprudencial nos ha remitido al más clásico ejemplo en que la vara de la justicia se dobla ante una mujer: el juicio de Friné. Con todo respeto, pues otro era el delito al que aquella se acusaba.
Pero, mito al fin, crecido con el tiempo, la sentencia absolutoria de parte de los senadores del Aerópago romano no está muy lejos de las declaraciones fuera de todo respeto a la ley y a la sociedad del representante de la justicia en el estado de Quintana Roo.
Con la desventaja de que en este caso no ha sido necesaria, contra nuestro deleite, la medida del defensor de Friné, Hipérides, que para dar mayor fuerza a la defensa de su discurso recurrió a desnudar a la acusada en el propio tribunal. Brinco diéramos.
Tampoco ha sido menester un discurso como el de Hipérides para lograr librar del brazo débil de la ley a Ana Bárbara. El propio procurador ha escogido el papel de defensor y antes de consignar la averiguación previa le ha dado libertad a la cantante, quitándole al juez la vara de la justicia y erigiéndose en el aerópago del sureste.
Sin la elegancia de Hipérides, Francisco Alor Quesada ha cantinfleado en declaraciones a la prensa: “El peritaje no es algo sencillo, es un peritaje técnico pericial que nos permite determinar el posicionamiento y espacio donde pudiese estar o no la persona que supuestamente pudo haber manejado, que es la señora Ana Bárbara. Refleja perfectamente en ese peritaje, que hasta ahorita no hay otro que diga lo contrario, que por las circunstancias que rodean al área del piloto no pudo ser la señora Ana Bárbara quien estuviera conduciendo ese vehículo”. ¡Brillante deducción!
Si bien ya el policía que detuvo a Ana Bárbara ha exhibido la corrupción del procurador Alor Quesada, con declaraciones que inculpan a aquella, está visto que hay interés por librarla de cualquier responsabilidad, que ella debió asumir desde un principio.
Nadie que tenga un poquito de materia gris puede lapidar a una persona por un accidente de tránsito aunque tuviera el agravante del alcohol ingerido. Pero el que es acusado de ello debe dar la cara y enfrentar la acusación. La ley no es tan severa como en el caso de los conductores de vehículos de alquiler y la artista no tuviera los problemas que enfrenta.
Defenderse, es su derecho. El que está mal es el procurador, que representa la autoridad del gobernador de Quintana Roo. Pero, en fin, cosas veredes mio Cid.
Lo bueno es que en estas reflexiones y en el desnudo jurídico de Friné me encuentro que una forma de tener éxito exhibiendo el cuerpo no era raro en la roma imperial.
Y se menciono esto no es porque pueda buscarse, como en el caso de Ana Bárbara y el juicio de Friné, una repetición deleitosa. No puede haber tal en ello. Y es que allá en la Roma era común que los candidatos a las magistraturas se desnudaran físicamente ante el electorado. Y lo hacían para mostrar a los votantes las cicatrices de sus heridas en guerras.
Líbrenos cualquier sistema de selección de candidatos, en cualquier partido, el tener que mirar los cuerpos desnudos, fisicamente, de los aspirantes al poder. Ya me imagino a Pancho Herrera, a Pechel y hasta a Evaristo, por mencionar algunos. Usted piense en otros aspirantes.
Otra clase de desnudos políticos se dan, ahora, en algunos medios y, principalmente, en la Internet. Pero eso es otro asunto.


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