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viernes, 2 de marzo de 2018

TP010318 Sucesión RUMBO NUEVO
TRANSPARENCIA
POLÍTICA
Off the record (III)
Erwin Macario

En periodismo, el off the record
y las normas legales y profesionales
son pautas de conducta que velan
por el honor y la intimidad, así como
por el secreto, sea de Estado, corporativo
o profesionalNorbert BilbenyÉtica del
periodismo
Infidencias, comentarios fuera del contexto o falseando informaciones, violación de la secrecía y abuso de la misma cláusula de conciencia, son los peligros de que en las mesas de periodistas y en cualesquiera reuniones de políticos con periodistas cuando alguien no es ético en este ejercicio social.
Dos ejemplos han servido para insistir en el tema, en la relación de la prensa con la política, con el poder. Vale la pena una sinopsis para aquellos, que como en la radio, nos sintonizan después de algunos párrafos: las afirmaciones que después de una reunión que tuvo con periodistas Gina Trujillo, candidata del PRI para suceder a Arturo Núñez;  y la infidencia, en otra mesa, que, hace seis años, le costó la candidatura a Luis Felipe Graham y la pérdida del poder al PRI.
Tal vez en ninguno de los dos casos hubo mala intención. Con Gina Trujillo, la novatez del periodista. Con Andrés Granier y Luis Felipe Graham, la confianza de un columnista y la traición de “su amigo” periodista. De todas formas de buenas intenciones, como éstas,  está empedrado el camino al poder.
Y en periodismo, a veces, hay cosas que no pueden explicar las prisas por ganar “la primicia”. Esto me lleva a lo que cuenta Jesús Frías en el libro De Europa a Europa, 30 años de historia vividos desde la noticia: un reportaje al final de una gira de periodistas de Europa Press. Un sacerdote que predicaba a los sordomudos valiéndose del lenguaje de signos, acomodando las frases al movimiento de sus dedos, manos y brazos. Las fotografías, por lo realistas que eran, resultaban dramáticas, y más todavía oyendo a Jaime Peñafiel contar con todo entusiasmo la experiencia vivida junto a aquel cura.
Transcurridas unas semanas, llamaron al director de Europa Press desde la comunidad religiosa de los claretianos de Madrid.
Sí, dígame.
Le habla el sacerdote sordomudo que dicen ustedes —indicaba una voz al otro lado del teléfono.  
En nuestro caso, al contrario, ni en el asunto Granier-Graham ni ahora en el de Gina Trujillo, hubo llamada a los periodistas para aclarar,  que hubo exceso de palabras con lo de la candidata priísta a gobernadora, como sí faltaron en el relato del sacerdote madrileño.
Mejor historia es la que en el mismo libro se cuenta, suceso de 1964: Carlos Hugo, hijo de Javier de Borbón Parma, vivía en Francia pero un día llegó de incógnito a España y “se puso a trabajar” en una mina asturiana. Al menos esa era la versión que daban sus escasos adeptos. Y allí, “un periodista sagaz” iba a ser el encargado de descubrirlo mezclado con otros mineros y tiznado su rostro con carbón, como ellos. Al salir de la mina, el periodista, que en teoría estaba allí haciendo un reportaje por otros motivos, le reconoció y le dijo:
—Alteza, vos en una mina.
El príncipe tenía que hacerle callar y tratar de pasar desapercibido, pero el periodista insistía en voz alta para que le escucharan bien:
Extraordinario. Es el príncipe don Carlos Hugo, que está trabajando como un minero más.
Los autores de la operación, que “casualmente” acompañaban al periodista, aclararon a los mineros que su compañero de trabajo era  nada menos que don Carlos Hugo de Borbón Parma, quien podía ser el futuro rey de España y que, una vez en el trono, iba a defender mejor que nadie los derechos de los obreros.
Gina no tiene buenos operadores que pudieran aclarar así. Es más, su criado de prensa tiene algunos pecadillos que los columnistas le conocen.
A la historia publicada en España le fue bien.Le vino el éxito a Europa Press cuando uno de los partidarios de Carlos Hugo de Borbón pidió que Jaime Peñafiel estuviera en la iglesia de los Jerónimos. Ahí logró la fotografía que dio vuelta al mundo: Irene de Holanda, que casaría con el príncipe, confirmaba su conversión al catolicismo —necesario para el matrimonio y para el trono español— después de haber desaparecido una temporada de la vida pública. Ahí estaba, de rodillas en un banco, cubierta la cabeza con una mantilla y con las manos juntas en actitud de oración.
La prensa de numerosos países había especulado sobre la desaparición de la princesa.
Lo de Carlos Hugo de Borbón y Parma, duque de Parma, Guastalla y Plasencia, pretendiente al trono,  fallecido en 2010, es otra historia. Lo de Luis Felipe Graham, aspirante frustrado al Gobierno de Tabasco, también. Lo de Gina no pasó de una anécdota entre columnistas y ella como aspirante al trono, digo a la gubernatura.
 Debe asentarse, en esta serie sobre periodismo confidencial, que ésta práctica no puede existir si no hay confianza. Y hay que saber distinguir entre el derecho a la información y la confidencialidad. Pero esto lo da el oficio.
El poder y la prensa seguirán juntos. Lejos de los guiños y las piruetas del epígrafe de ayer, sin ninguna alusión  canina o Peraltista. En fin.





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