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lunes, 28 de septiembre de 2020

 PERROS QUE COMEN HUEVOS...

Tp280920 Sucesión RUMBO NUEVO y VÉRTICE


TRANSPARENCIA

POLÍTICA

Erwin Macario

 

Morena y el Centro

Si el partido en el poder pierde

esa plaza, las críticas hacia el

gobernador serán que no pudo

retener la capital, a causa del

mal gobierno de Evaristo.

Eugenio Hernández Sasso

 

La maldita corrupción, que no logran eliminar ni con la medallita de López Obrador, puede dar al traste con Morena y cambiar totalmente la sucesión de Adán Augusto López Hernández.

Positivos del virus infectus corruptus, adquirido en los gobiernos neoliberales —que tanto dice combatir AMLO—, el alcalde de Villahermosa, Evaristo Hernández Cruz y su vocero Juan Carlos Castillejos están preparando la derrota de Morena en los comicios de 2021, en el municipio de Centro.

Revirtiendo la jugada del gobernador, que le puso el dedo al decir que lo veía con posibilidades de ser candidato en 2024, Evaristo no tiene freno para buscar la gubernatura, por Morena, naturalmente.

Y como el que puede lo más, puede lo menos, ya está metiendo todo su poder en contra del propio Adán Augusto, al querer imponer como candidato a la presidencia municipal a su secretario del Ayuntamiento, Madián de los Santos Chacón, un anodino servil del alcalde.

Evaristo, la primera vez que fue presidente de Centro fue señalado de corrupción. Y aquí es donde opera el oaxaqueño Juan Carlos Castillejos —que también trae pecados de gobiernos priistas, tan execrados por la 4T—, y ha utilizado a algunos periodistas que, manejados por el vocero, se dedican a acusar extemporáneamente a los gobiernos del PRI, en los que ambos políticos fueron cómplices y ladrones de cuello blanco.

Tan fuerte es el mal de la codicia del ambicioso aspirante a candidato a gobernador que mantiene, sin ningún escrúpulo, las mismas relaciones tortuosas de la corrupción, que operó en el gobierno del PRI y le fue perdonada y premiada en el gobierno de Morena, con Adán Augusto y López Obrador.

Con licitaciones amañadas que operan los mismos socios a los que la vez pasada compró el dragón y se los entregó para pagarles las obras de pavimentación,

Evaristo Hernández Cruz, sustituye los posibles apoyos, contribuciones particulares o “donaciones” de las que habla el presidente AMLO.

Para ello tiene otros aliados, ligados desde el pasado, como son los Ferrer, que aprovechan la cercanía y protección que le da Andrés Manuel López Obrador al titular del recién creado Instituto de Salud y Bienestar (Insabi), Juan Ferrer Aguilar, a través de la Dirección de Obras Públicas del municipio, en poder de Adolfo Ferrer Aguilar.

Evaristo no ha cambiado para bien de Tabasco. Ha mejorado su cleptocracia. Muchos como AMLO no lo creían. Otro periodista, Luis Antonio Vidal,  pinta al político en toda su bajeza:

“Compadre, la gente de Centro no tendrá problema conmigo. No llegaré a aprender, ya fui alcalde y desde el primer día sabré qué hacer, me pondré a chambear día y noche”.

Así, con pose de Madre Teresa, Evaristo me platicó un buen día su aspiración de ser candidato de Morena a la alcaldía del municipio más importante de Tabasco.

“No voy a experimentar, tengo muy claro lo que tengo que hacer”, platicó confiando en su, dijo entonces, enorme experiencia en el ayuntamiento.

Era la viva imagen de un Juan Camaney despojado de arrogancia o baladronadas.

Era el Evaristo de campaña, el de los buenos deseos, de la charla amena, de la humildad, aquel surgido de la cultura del esfuerzo que a todos les decía “compadre” sin boleta de sacramento.

Pero en octubre de 2018, después de las elecciones, asumió la presidencia municipal de Centro otro Evaristo, impregnado de rencores, soberbia y bueno para el bisnes, dice el dirigente estatal de periodistas.

Juan Carlos Castillejos, por su parte, pretende sacar ganancia y ya se prepara para ser el secretario del Ayuntamiento en sustitución de Madián de los Santos, nada más que parece no es por ahí, por lo que ya ha pagado amanuenses que le están causando daños no a Madián solamente sino “al proyecto” de quien le dio la oportunidad de sobrevivir tras el fracaso como empresario del jabón.

Y es que Castillejos tenía ya algunos millones de pesos que se había robado cuando el gobernador Manuel Andrade lo hizo secretario de Gobierno, pero a la entrada del gobierno del químico Andrés Granier, el titular del gobierno interno, Humberto Mayans lo obligó a devolver ese dinero

Como digo en el epígrafe de hoy, ya lo advirtió el compañero periodista Eugenio Hernández Sasso, en su columna Democracia Virtual: Los ojos de todos los tabasqueños estarán puestos, asimismo, en el municipio de Centro, porque si el partido en el poder pierde esa plaza las críticas hacia el gobernador Adán Augusto López serán en el sentido de que no pudo retener la victoria en la capital política y económica de la entidad, a causa del mal gobierno de Evaristo Hernández Cruz.

Y todo cambiará para la sucesión de Adán Augusto, que ya no será lo tersa que necesitan sea. Y le facilitarán el camino al químico Andrés Granier que así si la tendrá fácil por el PRI para la alcaldía de Centro.

O, como dice otro colega, Miguel Avendaño: Hoy al interior de Morena, en la Quinta Grijalva y Palacio Nacional hay temor de perder la capital tabasqueña, ante los constantes desatinos y malversaciones de fondos de Evaristo Hernández Cruz  a quien perdonaron la corrupción de su pasado pero que como el perro que aprendió a comer huevos... lo sigue haciendo.

 

 LA PRIMER PERIODISTA DE MÉXICO

Tp240820 Prensa RUMBO NUEVO


TRANSPARENCIA

POLÍTICA

Erwin Macario

 

Primeras periodistas (1)

 

…no se inserten noticias en orden

a los insultos de los bárbaros apaches

y otras que puedan traer consigo algún

inconveniente. Xavier Tavera Alfaro/

El nacionalismo en la prensa mexicana

 

La mención —por los 178 años de su fallecimiento— de Leona Vicario como la primer mujer periodista de México lleva a reflexionar que es necesario que los historiadores ahonden en el estudio de las féminas que han ejercido el periodismo, el mejor oficio del mundo, en nuestro estado donde se acredita a Dolores Correa y Zapata (23 de febrero de 1853-24 de mayo de 1924) como la primera periodista de Tabasco.

Si para Dolores Correa fue difícil ser pionera en el periodismo a fines del siglo XIX y principios de la Revolución de México, cuánto no debe haberle costado a la Benemérita y Dulcísima Madre de la Patria —reconocimiento que encabezó su amigo el presidente Antonio López de Santa Anna y lo declaró el Congreso de la Unión, a los cuatro días de su muerte, el 25 de agosto de 1842— haber incursionado en un campo de varones desde que llegó la imprenta a México.

Doña María de la Soledad Leona Camila Vicario Fernández de San Salvador —no se asusten de esa costumbre: a la hija del virrey Juan Francisco Fernández de la Cueva la habían bautizado con cincuenta y tres nombres—, hija fifí —o popof, como se decía en la época de la revolución y el neoliberalismo— no sólo simpatizó con el entonces naciente movimiento de Independencia, sino que lo financió y “en 1812 convenció a un grupo de armeros vizcaínos para que se pasaran al bando insurgente, trasladándose al campamento de Ignacio López Rayón en Tlalpujahua, Michoacán, en donde se dieron a la tarea de fabricar cañones gracias a la venta de las joyas y bienes de ella.”, según reciente texto en redes del periódico Cuarto Poder, de Chiapas.

"Ella es un ejemplo de la mujer que arriesgó todo para enviar mensajes, para confrontar ideas con personajes anti independentistas... y que también dio dinero y no la grabaron(diría doña esa). Me gustaría ver el video de cuando Leona Vicario daba dinero, para que todos pudieran comer en los campamentos", dijo la escritora, historiadora y esposa del presidente Andrés Manuel López Obrador, Beatriz Gutiérrez Müller, al participar en la inauguración del Paseo de las Heroínas, el viernes 21, en el aniversario luctuoso de “una de las figuras más destacadas de la Guerra de Independencia”.

Leona Vicario, mujer preparada con buena educación y lectora asidua de los enciclopedistas, a pesar de ser niña huérfana y haber crecido con un tío gobiernista (realista), Agustín Pomposo Fernández, nació el 10 de abril de 1789. Lo que da una idea de cuándo participó como periodista en medios que durante la Colonia sufrían la censura oficial que bien se expresa en el epígrafe con el que inicio esta columna, y se refiere a la práctica instaurada por la tercera Gazeta de México fundada el 14 de enero de 1784, por el impresor Manuel Antonio Valdés, con autorización del virrey Matías de Gálvez y Gallardo.

Valdés “vinculó el ejercicio de la profesión de periodista al engranaje político del virreinato”, para orientar la opinión pública en lo que Xavier Tavera Alfaro, en la obra citada en el epígrafe, deviene en instrumento del poder púbico.

No sino eso es la censura autoimpuesta. Valdés solicitó al “superior gobierno, un censor que censure previamente la publicación, puesto que reconoce que muchas noticias de las que se le administren no convendrá que el público se le manifiesten”.

La respuesta: “Ha sido de la aprobación del rey esta idea, mayormente habiéndose tomado por V.E. las precauciones oportunas con audiencia del fiscal… sobre (que) no se inserten noticias en orden a los insultos de los bárbaros apaches y otras que puedan traer consigo algún inconveniente”.

Con él había nacido el periodismo como instrumento del poder público, que tuvo que enfrentar Leona Vicario, reconocida como la primera mujer periodista de este país.

Algo diferente había sido el nacimiento del periodismo mexicano con la primer Gazeta, 1722, de Juan Ignacio de Castorena y Urzua Goyonech, el primer periodista mexicano, impreso informativo que aparece casi a dos siglos de la llegada de la imprenta a la Nueva España (1539). Se había sustituido a los pregoneros, las relaciones hojas volantes, las hojas sueltas, a las especies de dazibaos que se veían en las paredes durante la colonia y en protesta contra virreyes y otras autoridades.

La segunda Gazeta (1728-1742), también estuvo dirigida por otro sacerdote, Juan Francisco Sahagún de Arévalo, quien también publica el Mercurio de México, alterno a la Gazeta.

En la época de Leona Vicario aparecerían El Diario de México (1805-1817), de Carlos María Bustamente, y con ese primer cotidiano aparece una mujer, aunque como impresora Doña María Fernández Jáuregui. El periódico, “abierto a toda clase de colaboraciones —según los autores de El periodismo en México/450 años de historia—, (tenía) como colaboradores más próximos, a la clase de los criollos ilustrados, muchos de los cuales simpatizaban con los ideales de la independencia de la Nueva España”.

“Poco antes de iniciarse la guerra de independencia y posteriores al Diario de México, salieron a la luz algunos periódicos, que si bien carecieron de gran trascendencia… forman parte de la historia de nuestro periodismo”, leo en el libro hoy utilizado de María del Carmen Ruiz Castañeda, Luis Reed Torres y Enrique Cordero y Torres, en investigación dirigida por Salvador Novo.

¿En dónde publicó Leona Vicario en tiempos en que hasta los escritores sufren persecuciones según el libro La literatura perseguida en la crisis de la Colonia, de Pablo González Casanova? En el Ilustrador Americano y el Ilustrador Nacional.  Esta vez se quiere sólo motivar a indagar sobre la que se considera la primera periodista tabasqueña, Dolores Correa Zapata, también ligada a los afanes de la Revolución en tiempos también difíciles.

 DOLORES CORREA, LA PRIMERA PERIODISTA

Tp250820 Prensa RUMBO NUEVO


TRANSPARENCIA

POLÍTICA

Erwin Macario

Primeras periodistas (2)

 

Cuando Bischoff falleció pesaron

su cerebro y peso menos que el

de cualquier mujer. Dolores Correa

Zapata/ Reseña periodística

 

 

El año de 1879, en que el doctor Simón Sarlat Nova inauguró el Instituto Juárez —antecedente, génesis histórico de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco—, se publicó en San Juan Bautista la revista El Recreo del Hogar, de la que fue directora y jefa de redacción, Cristina Farfan, y en la que colaboró la primera periodista tabasqueña, Dolores Correa Zapata.

María Cristina Farfán Manzanilla, educadora, poeta y escritora nacida en Yucatán —de dónde nos ha llegado mucho del periodismo como ya he dicho en otros textos, en este espacio periodístico— llegó a Tabasco recién casada con el también profesor José García Montero y murió de parto el 24 de agosto de 1880.

Con ella había abrevado Dolores Correa Zapata, en Mérida, el afán de participar en lo que se llamó el surgimiento de la primera ola del movimiento feminista en México.

Farfán, cuyos restos mortales fueron llevados en 1885 a Yucatán fue una de las pioneras del periodismo literario femenino, y nuestra paisana Dolores Correa una de sus mejores herederas, al grado que es la primera periodista de Tabasco, mérito que no opaca el de haber sido una de las grandes feministas de fines del siglo XIX y principios del XX y la Revolución y también una profesora que legó textos a la educación mexicana y una prolífica obra escrita a favor de los derechos de las mujeres.

En los estudios del periodismo tabasqueño no se menciona nombre femenino en este quehacer, sino el de Dolores Puig de León, como una de quienes redactaban La Bohemia Tabasqueña en 1889, según ficha de Ligeros datos del Periodismo en Tabasco (1825-1892) escritos por Felipe J. Serra y Andrés Sánchez Ábalos (notas de Francisco J. Santamaría).

La lucha feminista que con ideas en libros y revistas libró la teapaneca Dolores Correa fue resaltada en el Primer Congreso Feminista organizado por el gobernador de Yucatán, Salvador Alvarado, en 1916, donde hacen un reconocimiento a Rita Cetina Gutiérrez, y a Dolores Correa Zapata como defensora de los derechos de las mujeres.

Un amplio estudio de su labor educativa —que inició en Tabasco en un colegio particular de sus padres y culminó en la capital de la República— es el que con el título de Dolores Correa Zapata: una profesora feminista del siglo XIX, publicó Rosa María González Jiménez, en la revista Perspectivas Docentes, de la UJAT, el año pasado (2019).

Algunos datos recogidos en diversas fuentes ilustran el trabajo que realizó la pionera del periodismo femenino en Tabasco:  Colaboró en Violetas de Anáhuac, 1888 y en 1904 fundó junto con Columba Ribera la revista Mujer Mexicana, órgano de la naciente sociedad femenina “Protectora de la Mujer”, en la que se agrupaban Mercedes Castorena, la licenciada en Derecho María Sandoval del Zarco, Severa Aróztegui, Luz F. Vda de Herrera y Trinidad Orillés.

Después de viajar por Europa escribió folletos de carácter progresista: El espíritu del pueblo mexicano, De la escuela primaria a la normal, La combustión, El cinco de febrero, La obra del señor Rébsamen, La Federación y la escuela, La obrera mexicana, El desayuno de la obrera Luz, El trabajo, El obrero mexicano y La guerra y la paz. Pese a ser admiradora de Porfirio Díaz, se le considera una de las preparadoras sociales del movimiento revolucionario de 1910.

Amplío sobre su estancia en Tabasco: Dolores Correa nació en el municipio de Teapa, en el estado de Tabasco, el 23 de febrero de 1853. Provino de una familia netamente de pedagogos, sus padres fueron don Juan Correa Torres y la señora María de Jesús Zapata, trabajaron juntos para impartir las enseñanzas en el Instituto “Ocampo” y en el Colegio “María”, en San Juan Bautista, que fueron las primeras y únicas escuelas particulares de aquella época, donde la educación era exclusivamente laica.

 En 1874, se trasladó a la ciudad de México, en donde se titula como maestra de secundaria en la Secundaria para Niñas que había creado Benito Juárez García. En 1890 esa secundaria se transforma en Escuela Normal para Profesoras, y ahí es una de las maestras la tabasqueña Dolores Correa.

En 1886 incluyen tres poemas suyos en la antología elaborada por Vicente Riva Palacio y Manuel Altamirano. Sus poemas fueron: La mujer cristiana, Un canto y Un mendigo.

En 1893, en la antología Poetisas mexicanas, de José María Vigil, aparecen tres poemas de Dolores Correa: Teapa, Pinceladas y Las dos liras.

El 27 de noviembre de 1896 fue nombrada maestra titular de la clase de Economía Doméstica en la Normal de Profesoras, y en el mismo año publica su segundo libro de texto "La mujer en el hogar". Otros libros de texto de su autoría incluyen "Moral e instrucción cívica" y "Memorias de una maestra".

En su tiempo aparecieron como periódicos y revistas:  Violetas del Anahuac (1887-89), El Correo de las Señoras (1882-83), El Álbum de la Mujer (1883) y La Mujer Mexicana (19041905).

En una reseña periodística, en 1895, que refrenda su feminismo, Dolores Correa escribió: el científico alemán Bischoff sostenía que las mujeres eran intelectualmente inferiores a los hombres. Su hipótesis la basaba en que el cerebro de las mujeres pesaba menos que el de los hombres. El artículo, publicado en México Intelectual  describe que cuando Theodor Ludwig Wilhelm von Bischoff murió pesaron su cerebro y peso menos que el de cualquier mujer.

domingo, 27 de septiembre de 2020

 LAMPAREAR EN INTERNET

Tp270820 Cultura RUMBO NUEVO


TRANSPARENCIA

POLÍTICA

Erwin Macario

 

Tabasqueñismos (1)

 

corrupción de nuestra pobre

lengua, de la cual cada hijo de

buen vecino se considera facultado

para hacer mangas y capirotes.

Francisco J. Santamaría/ Ensayos

críticos del lenguaje (1940)

 

En esta andanza del Covid-19 —“andancia”, escuché de niño—, sobra tiempo para bogar por internet, aprender, desaprender y sorprenderse de la basura que se exhibe —no se esconde debajo— en la llamada alfombra mágica, donde cualquiera sube lo que su buen caletre le dicta.

Con toda intención uso el verbo bogar, y no navegar, para arrancar este texto, porque nada, en mi caso, ilustra mejor que eso de ser boga: en un cayuco grande, algunas noches con uno de mis tíos y otros pescadores salíamos a lamparear,  linternear en el río de San Pedro; y ser boga, supe desde entonces, es mover los remos en el agua para hacer avanzar o detener una embarcación.

No sólo usé el canalete sino, con la más grande emoción, la fisga con la que uno que otro pez era ensartado en su escondrijo, en las entonces aguas cristalinas, de un arroyo que se formaba desde el boquete que entonces amainaba la corriente fluvial, y pasaba por la orilla del pueblo hasta unirse nuevamente con el río que en ese sitio era como una gran laguna.

Esta forma de pescar en la oscuridad se me ocurre como la de navegar en algunos sitios negros del ciber, donde el cacumen, la mollera —el caletre ya dije— de algunos (y algunas, Fox dixit) han ensartado sus mengambreas, según linternearé en este espacio periodístico de Rumbo Nuevo.

Además, porque una segunda acepción de bogar es, en Chile, “quitar la escoria a los metales en el momento de la fundición”. Ojalá y en algo se pudiera escombrar un poco tanta basura en las benditas redes.

Bogar, pues, en mi niñez. Con el canalete, en un cayucón o canoa, y no en un “cayucao”, como llaman a esta embarcación grande en el sitio cibernético DeTabascoSoy, donde se atreven a ensartar que: Cayucao (es) embarcación ancha y alargada hecha de troncos. Y no una gran dotación de algo, comida, principalmente, como es el modismo.

“Ningún, ningún”, diría recordada lingüista, mi amiga Mía, porque un cayuco se hace de un árbol o se arma de madera. Hecha de troncos pueden ser las balsas; que de niños hacíamos de tallos de plátano para navegar cuando nos íbamos al agua, en las inundaciones.

Esta vez se alumbra debajo de los troncos abandonados de ese portal, pero sus errores e inexactitudes son muchas y no sólo manchan lo bello de nuestros modismos, como ahora intentaremos explicar, sino que tergiversan nuestra historia sin que sus mecenas (los y las, otra vez la precisión foxiana) hagan algo por revisar sus adefesios antes de guindarlos en la red de redes y exhibirnos como un pueblo que no cuida su historia, ni el sabor y olor de sus palabras.

Cuánta razón tenía el maestro Santamaría. Vale ahora,  en defensa de nuestros tabasqueñismos, lo que dice en Ensayos críticos del lenguaje, libro en que comparte páginas con Rafael Domínguez: …publicó el académico don Carlos González Peña un sustancioso artículo, “La Palabrería Bárbara”, en el que vino a romper lanzas contra el abarragamiento y corrupción de nuestra pobre lengua, de la cual cada hijo de buen vecino se considera facultado para hacer mangas y capirotes, y en la que se despotrica de lo lindo en senados y cenáculos, en tribunas y corrillos, en periódicos y aún en libros que corren por esos mundos.

Ojalá y me dé el magín, más que nada, pues es de imaginación y no de conocimientos, que está plagada dicha página virtual, que en el tema hoy me lleva por los bellos caidizos del habla, por los colores y los olores —y a veces shuquíos— de nuestra forma de hablar en Tabasco.

Sé que se tejerá sobre la sordera —aunque deben tener unas grandes orejas, que DTS llama guataca, y no, como el cronista Pedro Luis Hernández Sánchez, papalota de la oreja—, en contra de la soberbia y prepotencia, el amachamiento. Ya he visto que son reaccio(a)s a rectificar, corregir; se empecinan… se amachan.

Un video sobre lo que llamaron “El rapto de Juchimán”, me hizo revisar el sitio y releer libros. Es necesario que alguien frene esas inexactitudes históricas, así como los errores en nuestros usos y costumbres, en nuestro lenguaje.

Y me dije: ya es tiempo. No me puedo dilatar con este asunto, así que, adelante con la cruz, que el diablo se lleva al muerto

Espero no agorzomar, fastidiar o importunar a quienes “hacen” y mantienen ese llamado proyecto cultural, y muchos menos charpear, salpicar o pringar más alto, para que no atujen, azucen o vayan a acushilar a sus perros en contra de quien sólo quiere señalar errores como ese de decir que cushilear es chismear. Que ya les critiqué en Facebook, con el fin de que corrijan.

Nuestros tabasqueñismos valen. De esos modismos ha dicho Rafael Domínguez, en el prólogo de Así hablan en mi tierra, de Oscar G. Carrera: hay algunos dichos y dicharachos tan significantes y expresivos, muchos de ellos nacidos de la inventiva popular, de suyo ingeniosa, que, a decir verdad, enriquecen el lenguaje y, sin género de duda, le dan gracia y donaire.

No los tergiversemos.

 HABLAR COMO AMLO

Tp280820 Cultura RUMBO NUEVO


TRANSPARENCIA

POLÍTICA

Erwin Macario

 

Tabasqueñismos (2)

 

Hay muchos que dicen:

«Yo soy tabasqueño y no

hablo como López Obrador».

Revista Algarabía 100214

 

El mero mero, el machuchón —el ahora “supremo gobierno”, como decía mi paisano de Tenosique, Teófilo Rodríguez, alias Chanchaque—, cuando era jefe de Gobierno del Distrito Federal adquirió una tonga de ejemplares del Vocabulario tabasqueño, para hacerse entender mejor.

El periodista Ignacio Almeida lo hace público en octubre de 2018, a través de la agencia Notimex: el libro, el hoy presidente electo, Andrés Manuel López Obrador lo obsequió a sus funcionarios a manera de que entendieran su tabasqueñismo, lo cual es una manera de preservarlo.

Los tabasqueños han perdido en gran parte su forma de hablar, un lenguaje que lo distingue de otras entidades al utilizar palabras con influencia maya o de otras lenguas indígenas, que se pierden porque los hablantes se avergüenzan de ellas, señala Erwin Macario Rodríguez, escritor y periodista, difunde Notimex.

En realidad, mientras unos intentan ser fifís y hacer que no saben ni han disfrutado nuestra mejor bebida, pero no se les olvida el meneíto, otros desconocen nuestros modismos o los conocen mal porque, ayer se dijo en este espacio de prensa, “cada hijo de buen vecino se considera facultado para hacer mangas y capirotes” con nuestro lenguaje.

Otros, como el que escribe, lamentamos el olvido de las palabras que formaban nuestra forma de hablar y de ser. Algunos por enfermedad profesional. “No uses palabras que no entienda toda la gente”, se recomienda a periodistas.

Y nos perdemos de explicar que “chanchaque” es un sancochado de carne con hueso, de res, ajo, cebolla, cebollín, chiles y pimienta, al que no se le pone lo que le da otro sabor a nuestro sabroso puchero: chayote, macal, yuca, camote, plátano…

Así, por falta de uso, se nos olvidan la mayoría de modismos tabasqueños, hasta que alguien, interesado como AMLO o el periodista Almeida, nos los hacen recordar; o cuando nos topamos con los muros de la ignorancia convertida en proyecto cultural en las benditas redes sociales, y dicen verdades a medias en la historia y destruyen nuestra habla.  

Es necesario, lo dije al amigo Almeida y a Notimex, “corregir los errores de quienes suben a las redes vocablos con significados que no corresponden al uso que se les da en Tabasco”. Y en eso andamos.

Reeditar el Vocabulario tabasqueño: colección de locuciones usadas actualmente en Tabasco cuyos significados no aparecen en ningún diccionario o, por lo pronto subirlo a las redes, sería una forma de contrarrestar tantas caballadas como las que se comentan.

Ya se ha dicho que, para la preservación de las expresiones tabasqueñas, escritores como Jorge Priego Martínez, han publicado Anecdotario Tabasqueño, y el periodista, Armando Pérez Chan, Anécdotas, Cuentos y Tradiciones del Folclor Porteño.

El Vocabulario hoy citado es obra, principalmente, de Jorge Priego y en ello colaboramos la cronista de Villahermosa Gabriela Gutiérrez Lomasto, Jorge Gómez Sánchez, Tilo Ledezma y Agenor González Valencia (ya fallecidos). Jorge y yo somos los sobrevivientes y la “andancia” del Covid nos impidió hacer otro equipo para agregar vocablos pendientes.

Por portales y sitios cibernéticos como DeTabascoSoy, con su sección de tabasqueñismos, y otros viajeros cibernautas, que hasta titulan sus recopilaciones como “diccionarios”, es que revistas como Algarabía intentan usar nuestro modo de ser y hablar “para balconear a tabasqueños”: Hay muchos que dicen: «Yo soy tabasqueño y no hablo como López Obrador». Y es que no todos los que nacimos y hemos vivido en Tabasco hablamos «gracioso»; pero este artículo se refiere a aquellos que, antes que dejar de tomar pozol, prefieren renunciar a la cerveza; a quienes comen caldo de gallina cuando la temperatura es de 38 °C a la sombra, y a las 6 de la tarde salen a tomar el fresco; y a quienes, cuando se ensucian la ropa, exclaman: «¡Ya me devané!»; a los que sólo comen «un bocaíto», y a los que les encanta el chicharrón con puerco, la manea y la tortilla de maíz nuevo. O sea, de los «chocos» de corazón.

Pero para quienes no nos avergonzamos de lo que somos, es bueno leer en esa revista: “Aprendí que cuando necesitamos que alguien dé vuelta a algo por nosotros, para dar instrucciones precisas de los movimientos necesarios hay que decir: «Víralo tantito; sí, así, cantéalo un poquito, como que jalas pa’llá y luego lo arrempujas». Mi padre también me enseñó una palabra que parece tener magia y con la que puedes hacer que todas las cosas tengan un mismo nombre: negocia. Es tan efectiva que no importa a qué te refieras, la otra persona entenderá”.

Como algunos no entenderán, va ejemplo: diantres, dejen de estar negociando ese negocio porque se van a negociar.

Tanto la revista Algarabía como Almeida y Notimex mostraron ser profesionales en el manejo de los modismos tabasqueños que citan y explican, no como sucede en “el proyecto” y otros muchos sitios donde repiten errores como “habladores” del habla tabasqueña.

Unos ejemplos. Explica Almeida: “guindar la hamaca” es colgar la hamaca; “aconcharse a la pared”, es recargarse a la pared u otro objeto; “dale un tatequieto” es calmar a alguien con un golpe leve.

Y DeTabascoSoy copia: Aconchar / Aconchá: Recargarse sobre algo o alguien. ¡Bien! En tanto, encuentro en De todo un poco, palabras chocas; aconchar: “Juntar, poner sobre algo. (ahi deja la escoba, aconchada en la pared)”. Mal: si se pone sobre algo se encarama, no se aconcha.

Y otro del mismo Detodounpoco, fuentes donde abrevia DeTabascoSoy: Guindar: colgar, amarrar algo sobre nivel del piso (oye jose, guida la hamaca, porque ya tengo sueño y me quiero acostar).

(Continuará) 

 DE CHILE Y OTROS SABORES

Tp310820 Cultura RUMBO NUEVO


TRANSPARENCIA

POLITICA

Erwin Macario

Tabasqueñismos (3)

 

La vaguedad en las definiciones

es muestra de incertidumbre en

lo que se trata i de falta de dominio

en la materia. Francisco J. Santamaría

 

La “andancia” del virus del Covid —andancio, según el diccionario de la Real Academia Española (RAE)— ha puesto en evidencia que es necesario conocer, al menos, los nombres de nuestras plantas, muchos de los cuales se mal usan en las redes, como ya hemos señalado en esta serie sobre los tabasqueñismos.

En las redes se recomendó, para contrarrestar la epidemia, el té de acuyo. Hubo un ruidajal entre los cibernautas. No sabían muchos que el acuyo es nuestro momo, la hoja santa de otras entidades.

 

Sí, se llama momo. Como ese estúpido reto que se hizo viral en las redes. Y como el nombre del rey de los carnavales. Una planta cuyas olorosas y sabrosas hojas son un exquisito ingrediente del arte culinario de Tabasco que, como sabemos, es a base de vegetales como achiote, amashito, cilantro, chaya, chinín (fruta y verdura a la vez), chipilín, epazote, muste, perejil, entre otros y, como continentes en tamales y otros guisos, las hojas de plátano, de too, de la mazorca del maíz y de momo.

Por cierto, muste es una de las palabras que olvidan los que, en su mayor parte de buena fe, suben tabasqueñismos a las redes sociales.

Cierta ocasión nuestro amigo en estas cuestiones de las palabras, Jorge Priego Martínez comentó cómo el muste se usaba, al igual que el momo, para preparar un pescado delicioso. Pescado en mone, le llaman al que usa la hoja de momo. Pescado al muste, el otro platillo. Una periodista leyó y, al encontrar en el centro de Villahermosa al historiador, lexicógrafo, escritor, frenó su carro, bajó y le dijo que le había leído y le había pedido a su esposo le consiguiera en alguno de esos pueblos de Tabasco esa comida. No paraba de decirle lo delicioso que era y cómo lo había disfrutado.

Para los tabasqueñistas de las redes, el muste (moxtle o moste) es una planta de hojas verdes, pequeñas, de forma ovalada que terminan en punta; a lo máximo miden 10 centímetros y esas hojas se usan para envolver tamales y otros alimentos como el pescado, al guisarlos.

Si bien ni a los vocabularistas, ni a los diccionaristas, que suben palabras y modismos, se les puede exigir tantas explicaciones, sí deben tener más cuidado con las remisiones que hacen para intentar hacerse entender.

Ejemplo, DeTabascoSoy (DTS) —ese sitio plagado de mala yerba lingüística e histórica, que motivó estas entregas—, dice del chile amashito: Amashito, chile parecido al piquín.

A los que no conocen el piquín quizá le remitan, chile parecido a amashito. El piquín es un chile muy pequeño que se pone rojo cuando está maduro y es muy picante. Igual el amashito. Porque ¡son el mismo chile!

Si bien no puede pedírseles que limpien fijen y den esplendor a lengua provinciana, al menos podrían tratar de tener un poco de precisión para no “devanar” más nuestros modismos. No se puede, mejor dicho, no se debe, en esto del lenguaje, sólo copiar y pegar, como sucede sin que pueda averiguarse quién se fusila a quién.

Otro ejemplo, a cupache (o a cucupache) —que antes se decía ajobar, (agebar, de giba) pero está en desuso—. Dice DTS: A Cupache: Cargar a alguien o llevar a cuestas alguien.

Frases chocas, es más claro: cargar a alguien en la espalda, de «a caballito» (este diantre de tu hermano ya pesa mucho, llevalo «acupache» tu). (Sic).

Palabras chocas-de todo un poco, Lenguaje Social Tabasqueño, y Glosario campechano, sólo por citar otros tres de los muchos sitios donde publican modismos, coinciden en que a cupache es llevar en la espalda, (sobre la giba, dispensando a los presentes).

Porque antes se cargaba a los niños “al cuadril”; no sólo acupache, envueltos en tela, como se ve a tantas indígenas de Chiapas en nuestra Zona Luz o centro histórico. Claro, más grandecitos; y no dopados, como cargan a algunos escuincles para que dejen trabajar a esas mujeres.

La mayoría de vocablos o modismos chocos, pueden consultarse en los diccionarios y libros de Francisco J. Santamaría o los trabajos lingüísticos de otros tabasqueños como Marcos E. Becerra, Rafael Domínguez, Oscar G. Carrera… donde están bien explicados; y de ahí pueden ensartarlos en las redes.

Si no aparecen citados en esos diccionarios, pueden hallarse en el Vocabulario tabasqueño: colección de locuciones usadas actualmente en Tabasco cuyos significados no aparecen en ningún diccionario, que ya se ha mencionado y se seguirá citando en este trabajo periodístico. Libro que está en proyecto de reeditarse con nuevas palabras.

Regreso: A cuestas, a las espaldas, ha llevado el mexicano este país, desde la Conquista hasta nuestros días, a causa de muchos malos gobernantes.

Antes que llegaran los conquistadores, a falta de bestias de tiro, nuestros ancestros llevaban a las espaldas, en largas jornadas, diversas cargas. Los tamemes, que después cargaban acupache a los frailes y uno que otro comerciante español.

Nada más que se ayudaban con el mecapal, con lo que, si bien llevaban el bulto sobre la espalda, ese dispositivo de cuero o ixtle, con “lías” en sus extremos para amarrar la carga, al colocarse sobre la frente, distribuía el peso por todo el cuerpo.

No se puede pedir toda esta explicación a los subidores de vocablos usuales a las redes, pero sí deben precisar, como es el caso, que llevar a cupache, es cargar a alguien en las espaldas.

Al continuar en este asunto de los tabasqueñismo en las redes, debe quedar claro que no se busca que se haga un tratado de lingüística por parte de esos que saltan de los tendidos al ruedo sin saber cómo se coge un capote y cómo se monta una muleta.

 EL SHUQUÍO DE DeTabascoSoy

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TRANSPARENCIA

POLÍTICA

Erwin Macario

 

Tabasqueñismos (4)

 

…ay mojo maistro, ni tunca.

Y la clase quedó trunca

pues el maistro enmudeció.

Manuel Arrazola, el Choco

Tabasqueño

 

Ya dije en otra ocasión, y lo publicó Ignacio Almeida, en Notimex, que no es que por nostalgia o por chechera lingüística, pero hay gente que se preocupa por mantener nuestros tabasqueñismos. Entre ellas, el actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, que en la campaña del 2006 recetó a su contrincante aquello de “cállate, chachalaca”.

Lopez Obrador usó esa frase —y no el bello y corto “sho”, de gran uso choco—, para que entendieran ese fuerte verbo usado antes por el rey de España (¿por qué no te callas?), y buscaran qué es chachalaca. El “sho” es menos agresivo: silencio. Y se ocurre, en austeridad, colocar en los panteones para ahorrar pintura y mano de obra.

En los tiempos neoliberales —como dice AMLO— descubrí en los frontispicios de los panteones de Acayucan y Oluta, Veracruz —ciudades donde estudié sexto de primaria y primero de secundaria— la siguiente leyenda que hoy sería un gasto excesivo: Descúbrete mortal./ Tu frente inclina./ Que el orgullo mundanal./ Aquí termina.

AMLO, en Tabasco, sabe que le, entienden. Por eso abarrajó públicamente al entonces gobernador Arturo Núñez Jiménez, reconociendo que le había “salido puque”. Los chocos sabemos que puque es el huevo que se pudre.

Como dice el periodista Juan José Sánchez Gálvez — paisano tumbapato del preciso, del machuchón—, en su columna del 24 de septiembre de hace dos años, “Andrés Manuel aporta a la narrativa política nacional un lenguaje austero, no rebuscado, más tropical, más directo: el lenguaje choco”.

Se hace difícil manejar con precisión los modismos. Se ve en las decenas de portales que publican —con buenas intenciones empedradoras— y a muchos se les puede adjudicar aquello de “lo que hace el mono, hace el mico”.

Hacer, pues, un compendio de tabasqueñismos usuales, revisando y corrigiendo todos estos sitios cibernéticos, es una tarea difícil, ardua, pero necesaria. Al igual que reeditar el Vocabulario Tabasqueño, de Jorge Priego Martínez y otros.

Me explico, como diría Víctor Manuel López Cruz: al estar en estos textos me queda claro la necesidad de una edición de los tabasqueñismos más usuales, en las que además de las palabras y frases que no están en los diccionarios provinciales se usen las del Vocabulario Tabasqueño —de Jorge Priego Martínez y otros—, y las que ya han rescatado en libros gente de cultura ya mencionadas, y otras que han faltado citar como Rosario María Gutiérrez Eskildsen.

Se evitarían pirishadas y errores como las que aparecen en DeTabascoSoy y otros sitios de las benditas redes, como eso de definir “shuquío”: Sabor u olor desagradable que puede tener un alimento rancio. “Ningún, ningún”. El shuquío, sólo quienes así piensan pueden saborearlo. El shuquió apesta nadie, creo, lo ha saboreado, como dicen estos “red-ículos”.

No. Shuquió es el apeste, mejor dicho, aunque se ha transformado en la perfumería, como el fijador que salen de los albañales y letrinas. Es el olor intenso, no el sabor —iche, fúchila— del almizcle, esa sustancia que algunos mamíferos segregan de sus glándulas situadas en el prepucio, en el periné o cerca del ano”, y, ciertas aves en la glándula debajo de la cola.

El shuquío se le quita, en las cocinas, a los animales que van a ser guisados, al extirpárseles dichas glándulas. ¡Y qué sabrosos tepezcuinte en adobo, jueche asado o en cualquier guiso, etc.!

Algo académico: Las feromonas son sustancias químicas secretadas por los seres vivos, con el fin de provocar comportamientos específicos en otros individuos de la misma especie. Y salen de las glándulas sexuales.

No necesitan los subidores de nuestra habla dar tantas explicaciones Bastaría decir, por ejemplo: shuquío, olor desagradable en ciertos mamíferos comestibles y por extensión todo apeste molestoso. Digo.

Por cierto, ayer lunes 310820, en el capítulo XXI de la serie sobre Enrique González Pedrero que nos viene dando por entregas Heberto Taracena, nos regala dos perlas del lenguaje provincial: “Y aplicamos la regla de no dar paso sin huarache”. Y “coyoludo”.

Del paso sin huarache, —palabra ésta última que es voz tarasca, según el Diccionario General de Americanismos, de Francisco J. Santamaría—, baste decir que hay gente incapaz de hacer algo, sin esperar nada a cambio.

Del coyoludo, que no aparece en Santamaría y, por lo tanto, remito a Jorge Priego Martínez para su análisis e inclusión en el Vocabulario Tabasqueño, se refiere al coyol, cocoyol o cocoyul —que sí menciona el lexicógrafo de Jalapa—, y es el fruto de una palmera, pequeño, esférico, que se da en racimos, y saboreamos los tabasqueños en dulce. Dulce de cocoyol, o de coyul.

Coyoludo, por tener coyoles, o cocoyoles, es de uso en El Salvador, Guatemala y Honduras, por lo que ya explicaré sobre esas palabras inmigrantes. A cierta gente se les puede decir así, por bien machos o bien coyoludos. En Salvador, también se entiende que es el mandamás. Quizá como el machuchón choco.

Dice, ayer, Taracena: —El más “coyoludo” —pudo haber dicho Chago Morales, a la sazón regidor por haber participado en la consulta a las bases—, el más “coyoludo” bajaba las escaleras dando traspiés.

En los modismos pendientes por analizar, está el “ay mojo”, que hoy sólo menciono por el epígrafe que muestra el uso de nuestros tabasqueñismos. Ay mojo también significa ni que fuera. Aquí bien les queda recordarles al Choco Tabasqueño, Manuel Laureano Arrazola Hernández, quien cantaba: Dando aritmética un maistro / a los niños preguntó/ si me como cien guineos,/  de mil, cuántos me quedó./ Y un rapazuelo de Dios/ le contesta como nunca/ ay mojo maistro, ni tunca./ Y la clase quedó trunca/ pues el maistro enmudeció.

 

 

 

 

 CACHOS, CACHITO Y CACHOTE

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POLÍTICA

Erwin Macario

 

Tabasqueñismos (5)

 

Se burlan mucho del tabasqueño,

por su bacal, y su yagual, y su

escarpa, y su arrecho, y su balde.

FJS / Diccionario General de

Americanismos 2da edición

 

En uno de esos tantos sitios “tabasqueñistas” del internet, el pepenador (sin ningún interés despectivo), reciclador de nuestra habla, emocionado, dice: “En el Tabasco antiguo, los dichos y modismos resultan divertidos y reflejan la idiosincrasia de los ciudadanos. Son parte de su esencia y motivo de orgullo por su originalidad pues en ningún otro sitio del mundo se escuchan. ¡Son auténticos!”.

Suscribo, como dicen por ahí, la mayor parte del texto, pero eso de que “en ningún otro sitio del mundo se escuchan” es mucho decir.

Nadie, ningún país, es dueño de las palabras. Nuestra habla es, como toda lengua, viajera. Ya lo dice, y muy bien, Francisco J. Santamaría en su Diccionario General de Americanismos: “No tengamos, pues, por artículo de fe la afirmación de que este o aquel vocablo sean exclusivos, peculiares de un lugar, tan peculiares como para no poder aceptar que sean vecinos o buenos hijos también de cualquier otro sitio, así sea éste muy distante de aquel, tan remoto como Catamarca…”.

Y agrega, en otra parte: “Los mejicanos, por ejemplo, los mejicanos de Méjico, la capital, y en general todos los de la región interior del país, se burlan mucho del tabasqueño, por su bacal, y su yagual, y su escarpa, y su arrecho, y su balde, sin parar mientes que unos de estos términos son aztequismos tan legítimos como los numerosísimos que ellos usan: metate, petate, chiquihuite, etc., sólo que estos son más conocidos en el país por usuales en la mayor parte de los Estados; y en que otros, como arrecho y balde, son de legítima extracción castiza y clásica, por razón de origen y por razón de uso” (Sic).

Sic erat scriptum. Así fue escrito en la segunda edición del diccionario de Santamaría, en septiembre de 1988, por lo que no vemos el uso de la “i” del maestro.

Aprovechemos a FJS, que fue el primer gobernador constitucional de seis años de Tabasco, del 1 de enero de 1947 al 31 de diciembre de 1952, y no de 1946 a 1952 como dicen quienes, en el sitio cibernético en comento —ay mojo abogado—, DeTabascoSoy (DTS), se dedican a confundir la historia: “En 1945 fue postulado para Gobernador de Tabasco, mismo que dirige de 1946 a 1952”. ¡Qué caballos!

En esa misma “biografía”, publica DTS el siguiente pie de foto: “El Lic. Francisco J. Santamaría en el Instituto Juárez en 1967, lo acompaña al centro el Gobernador de Tabasco Lic. Noé de la Flor Casanova”. Otra caballada. En 1967 el gobernador de Tabasco era don Manuel R. Mora y ya del instituto sólo quedaba el nombre al histórico edificio, pues había pasado a ser universidad. Y don Francisco había muerto en 1963.

Don Noé, gobernó Tabasco del 1 de enero de 1943 al 31 de diciembre de 1946, aunque ustedes lo mataron en 1936 pero él murió en 1986. ¡Corrijan!

Fue el último gobernador de cuatro años, inmediato antecesor de don Francisco, que, ya dije, estrenó los seis años y fue el segundo gobernador que habitó la hoy Quinta Grijalva, pero todavía no era residencia oficial. El primer gobernante que vivió ahí fue Tomás Garrido. El primero que la iba a vivir seis años como residencia oficial, propiedad del Gobierno, pues, fue Manuel Bartlett Bautista, quien la compró a Santamaría: El Honorable XL Congreso del Estado Libre y Soberano de Tabasco, expidió el decreto número 187 el 29 de abril de 1953, para legalizar la adquisición de «[ … ] una finca apropiada con las condiciones necesarias de comodidad y seguridad que pueda destinarse a Residencia del Titular del Poder Ejecutivo y de su familia [ … ]».

Don Manuel sufrió la traición de Carlos Madrazo y no terminó su sexenio.

Toda esta pequeña disquisición, es para recordar, queridos lectores, que no sólo negocian esa negocia de “toda entidad elocutiva —voz, frase, giro, expresión—“, FJS dixit, sino que devanan la historia.

Y mencionar la Quinta Grijalva obedece a que estos días se prepara el intento de convertirla en museo, y hay muchos fusilamientos del tema.

En fin, reculemos al asunto de nuestra habla. Ayer martes inauguró septiembre, con su columna Franja Sur, nuestro amigo y colega René Alberto López. El sólo título de su texto “Cachito y cachote”, nos da pie a comentar el espíritu trashumante del lenguaje.

Ya sabemos, aunque no seamos ludópatas, o fanáticos de la Cuarta, lo que es un cachito en la lotería. Vayamos a lo otro. El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) en una de sus definiciones: cacho. Del lat. vulg. *caccŭlus, y este del lat. caccăbus 'olla'; cf. gall. cacho 'vasija rota, pedazo quebrado de una vasija' y port. caco 'cacharro, pedazo de loza'. Pero también: cacho, De or. inc.1. m. Am. cuerno (‖ prolongación ósea). En Chile, encargo o trabajo fatigoso e inoportuno. También es una locución coloquial en Colombia y Venezuela, que significa engañar. En esos países y en Salvador, doblar el cacho o clavar el cacho, es morir.

Cachito, que en México es famoso ahora con el avión presidencial, además de significar otras muchas cosas mirruñas, en Venezuela y otros países geográficamente debajo de México es un panecillo en forma de cuerno.

Y el cachote, a lo que el López periodista da otra connotación, para los gallegos es “anaco grande de pedra que se desprende dunha rocha ou dun penedo”. No anda tan mal el franjafronterizo.

Dijo FJS que burlan al tabasqueño “por su bacal, y su yagual, y su escarpa, y su arrecho, y su balde” (otra vez Sic) y baste decir que arrecho, como él mismo señala “medra y prospera en la provincia española de Alava, casi con el mismo significado que en Tabasco, que por cierto no es sólo “fiestero, alegre y desastroso” que ha pepenado por ahí el portal DTS, y que se puede leer en el Vocabulario Tabasqueño, de Jorge Priego et alii.

 COCOTAZO CON EL CETRO 4T

Tp030920 Cultura RUMBO NUEVO


TRANSPARENCIA

POLÍTICA

Erwin Macario

 

Tabasqueñismos (6)                

 

Llaneza, muchacho, no te

encumbres, que toda afectación

es mala. Miguel de Cervantes/

El ingenioso hidalgo don Quijote

de la Mancha (Cap. 26, 2ª parte)

 

En la entrega de ayer miércoles me perdí en disquisiciones históricas, que bien valen la pena abordar más tarde, sin dilatarme, pero ahora voy a actuar como si fuera cierto ese dislate del espacio cultural cibernético en comento.

Ensartan en el sitio, portal o como sea eso de DeTabascoSoy, que “al palo y sin zacate” es para los tabasqueños que “las cosas hay que hacerlas rápido y sin excusas”.

Claro… que no. En Así hablan en mi tierra, Oscar G. Carrera, frena la idem de los que tal dicen sobre eso de a palo o al palo y sin zacate. Tener “a palo y sin zacate”, dice, se relaciona con el animal que recibe muchos palos en el trabajo y al que se da muy poca pastura para que se alimente.

Podría decirse, digo yo, en estos tiempos a quienes trabajan con la mala paga de la austeridad, que rebasa la justa medianía juarista. Los tienen a palos de apodos, insultos, malos tratos, y sin el zacate bueno del estipendio.

“Tener al palo y sin zacate”, alude, según este sí tabasqueñista, a la res vacuna, caballar, etcétera, que está atada a un palo y sin comer.

Las dos frases, “a palo y sin zacate” y “al palo y sin zacate”, nos explica Oscar G. Carrera, “se aplica metafóricamente a la persona que hace trabajos recios y recibe escasa remuneración, por la tacañería y mezquindad de quien la explota…”.

Nada de rapidez y sin excusa, interpretación que ha dado lugar a que algunos hagan alusiones en doble sentido, como se puede ver en algunos sitios, páginas cibernéticas o portales que mal difunden nuestra forma de hablar y hacernos entender.

Por cierto que, metido en estos bretes, enredado en estos chayotales, encontré que en Monterrey hay un diccionario que Zilia Zentella tituló “Al palo y sin zacate” y que lo hizo, según dice “para comprendernos mejor entre mexicanos”. Puede ser. Un esfuerzo no bien pagado y mal comprendido por quienes en realidad quieren tener a los que por esto nos preocupamos “al palo y sin zacate” y quisieran traernos “a palo”.

También por estos berenjenales del idioma me encuentro a don Quijote. De niño era común saber, por otros y por uno mismo, el castigo de los cocotazos o coscorrones, que se daban con la mano, con los nudillos, para ser más preciso, y que casi 500 años atrás no era así.

Explica Miguel de Cervantes la segunda parte del Caballero de la Triste Figura “donde se prosigue la graciosa aventura del titerero, con otras cosas en verdad harto buenas. Aquel personaje que allí asoma, con corona en la cabeza y ceptro en las manos, es el emperador Carlomagno, padre putativo de la tal Melisendra, el cual, mohíno de ver el ocio y descuido de su yerno, le sale a reñir; y adviertan con la vehemencia y ahínco que le riñe, que no parece sino que le quiere dar con el ceptro media docena de coscorrones, y aun hay autores que dicen que se los dio, y muy bien dados; y, después de haberle dicho muchas cosas acerca del peligro que corría su honra en no procurar la libertad de su esposa, dicen que le dijo..”.

Cocotazo, coscorrones, no con la mano, sino con el cetro. Como si fuera con el palo con que ahora quieren medir a los no alineados.

El Diccionario de la Real Academia Española (RAE) reconoce ese cocotazo de nuestra infancia, que a veces recetamos, como es el caso de ayer en la quinta entrega, para ver si se corrigen. No usamos palo, ni el cetro: Cocotazo. 1. m. Ant. y Méx. coscorrón (‖ golpe dado en la cabeza con los nudillos). 2. m. Col., Cuba y Méx. Golpe dado en la cabeza.

A veces los del cetro quisieran prescindir de los nudillos, como dice El Quijote. Y con magro alimento o sin zacate.

En fin. Ya van, con esta, seis entregas y acabamos de recibir de manos de Jorge Priego Martínez lo que no sé si fue enviado en forma anónima pero servirá para documentar la segunda edición, corregida y aumentada, del Vocabulario Tabasqueño, que tuvo que ser reeditado en su primera aparición por la demanda, el interés que tuvo de gente como, ya lo dije, Andrés Manuel López Obrador.

El nuevo aporte a revisión le han llamado Abuelismos,

Frases y expresiones que han quedado en el olvido. Y

 Vean como empieza: “Desconchinflado”, “pipirín”, “patatús”, “tirria”, entre otras, son voces, expresiones y locuciones mexicanas utilizadas por nuestros abuelos (¿nosotros?) que poco a poco se han ido olvidando y desvaneciendo en el tiempo.

Esa gala retórica e ingeniosa, de humor pícaro está en extinción. Los "abuelismos" que formaron parte del colorido lenguaje mexicano de nuestros viejitos, palabras y frases que escuchamos alguna vez en las reuniones familiares o jugando el barrio antes de la llegada de los videojuegos, el internet y la televisión de paga se extinguen.

Nos trae el “arguende” que sí es, entre otras cosas, chisme, Y no el “cushilear” que nuestros amigos de DeTabascoSoy dicen es “chismear” quizá por que en sus mentes sustituyen las letras: cuchichear, por cushilear, que es azuzar los perros, con el perdón de ustedes.

Mal entender nuestro tabasqueñismo es salirse de la llaneza que demanda el más grande de las letras españolas. Es, también, caer en afectación.