CÓMO PASAR A LA HISTORIA
Tp261020 Prensa RUMBO NUEVO
TRANSPARENCIA
POLÍTICA
Erwin Macario
La prensa de hoy
¡Basta ya de hipocresías!
¿qué periódico de México
ha vivido o vive sin el apoyo
de la publicidad del Estado?
Enrique Ramírez y Ramírez
240677/ Periodismo y
política
El reciente reclamo
internacional al presidente Andrés Manuel López Obrador por su actitud agresiva
que “estigmatiza cada mañana, en sus conferencias matutinas, a la prensa,
periodistas y columnistas críticos a su gestión”, —lo que concita el odio de
sus seguidores—, y la respuesta cotidiana de éste, me han llevado a reflexiones
que vale la pena dejar en el papel y la nube.
He usado en el epígrafe de hoy
una frase del director del desaparecido diario El Día, porque Ramírez y Ramírez
está entre los grandes periodistas de México como nuestro paisano José Pagés
Llergo y Julio Scherer García, quienes supieron mantener dignidad en la
relación prensa-gobierno.
Leer el diario El Día y la
revista Siempre!, en esos tiempos, era ser considerado comunista o al menos de
izquierda, como lo fueron Enrique González Pedrero y más reciente Andrés Manuel
López Obrador, joven, y muchos que ya he documentado.
El periodista Ramírez y
Ramírez, que consideraba a Carlos Pellicer “mi maestro de toda mi vida”, tenía
esa fama de izquierda. Además, se proclamaba un periodista político y “un
creyente del socialismo de nuestra época”, como muchos jóvenes de entonces y
algunos periodistas, después, seguidores de AMLO. Hoy en el ostracismo.
Eran los tiempos en que el
Estado respetaba y tutelaba el, ejercicio de prensa como un instrumento al
servicio del pueblo. El propio Lázaro Cárdenas —que respetaba a sus
adversarios, según acaba de restregar su hijo Cuauhtémoc— había creado lo que
mucho tiempo apoyó a la prensa y la industria editorial, la Productora e
Importadora de Papel S.A. (PIPSA).
Mucho ha cambiado. Ya el
gobierno ha preferido el silencio casi total de su quehacer por no pagar
publicidad y propaganda a la mayoría de los medios.
Y en estos, empresarios y
periodistas, han escogido el papel con el que serán recordados. Lo que me lleva
a insistir en lo que ya se ha escrito.
Son los Esaú que cambian su
progenitura en el templo de la verdad, en el campo de la historia, por un plato
político de lentejas, como leemos en Génesis 25:
“29 Y guisó Jacob un potaje; y
volviendo Esaú del campo, cansado,
30 dijo a Jacob: Te ruego que
me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por tanto, fue
llamado su nombre Edom.
31 Y Jacob respondió: Véndeme
en este día tu primogenitura.
32 Entonces dijo Esaú: He aquí
yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura?
33 Y dijo Jacob: Júramelo en
este día. Y él le juró, y vendió a Jacob su primogenitura.
34 Entonces Jacob dio a Esaú
pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue.
Así menospreció Esaú la primogenitura”.
Parte de cinco generaciones de
periodistas en Tabasco —la de Trinidad Malpica, El Indio Soler, Jorge Calles,
Florentino Bautista, Mario Madera, Humberto Muñoz, Julio César Javier, Hilda
del Rosario, Gaba Gutiérrez, entre otros de la primera; la propia con Miguel Octavio
Merino y Guillermo Hubner, Isabel Arvide, Lucrecia Leduc por citar algunos; la
tercera en la que han surgido colegas como Mario Ibarra, Alfredo y Homero T.
Calderón, Eugenio Hernández Sasso, Jesús Torres, René Alberto López; la cuarta,
de la escuela formada por Isidoro Pedrero Totosaus, con el auspicio del
gobernador Enrique González Pedrero; y la quinta, la que se aparta de la prensa
escrita y se sube a la alfombra mágica de la internet— veo con tristeza la
antropofagia de la supuesta prensa de izquierda, la que sirve a la 4T, que por
cierto exige “lealtad incndicional”.
Como lo dijera Emmanuel Carballo
en el prólogo del libro que hoy me sirve de epígrafe: prensa de izquierda “que
divide en vez de multiplicar, que condena en vez de comprender, que expide
certificado de defunción antes que actas de nacimiento”.
A fuerza del servilismo al
poder se consideran parte de él y enfrentan, ofenden, agreden, a sus compañeros
periodistas. Son como “El perro que deseaba ser un ser humano”, ese de la
fábula de Augusto Monterroso:
“En la casa de un rico
mercader de la Ciudad de México, rodeado de comodidades y de toda clase de
máquinas, vivía no hace mucho tiempo un Perro al que se le había metido en la
cabeza convertirse en un ser humano, y trabajaba con ahínco en esto.
Al cabo de varios años, y
después de persistentes esfuerzos sobre sí mismo, caminaba con facilidad en dos
patas y a veces sentía que estaba ya a punto de ser un hombre, excepto por el
hecho de que no mordía, movía la cola cuando encontraba a algún conocido, daba
tres vueltas antes de acostarse, salivaba cuando oía las campanas de la
iglesia, y por las noches se subía a una barda a gemir viendo largamente a la
luna”.
Prefieren, encadenados, las
sobras de la mesa del amo en el poder, que la libertad. Ya he contado la
historia del perro de casa que, satisfecho con las sobras, aconsejaba a otro a
dejar su libertad para tener la comida segura. El perro, de caza, sólo miraba
el cuello de su congénere y las huellas de la soga. Ahora es más doloroso el
collar de ahogo: una soga metálica que comprime el cuello del perro cuando éste
toma una dirección distinta a la de su amo.
Pero mejor terminemos, sólo
por hoy, con otra historia que, a la cronista de Villahermosa, Gaba Gutiérrez,
una respetable andresmanuelista, le gustaba contar:
Estaba Diógenes de Sinope, el que
vivía en un tonel, cenando lentejas cuando le vio el filósofo Aristipo, que
vivía confortablemente a base de adular al rey.
Aristipo le dijo:
—Si aprendieras a ser
sumiso al rey, no tendrías que comer esa basura de lentejas.
A lo que replicó Diógenes:
—Si hubieras tú aprendido a
comer lentejas, no tendrías que adular al rey.
Queda en el tintero, como se
decía antes.