CACHOS, CACHITO Y CACHOTE
Tp020920 Cultura RUMBO NUEVO
TRANSPARENCIA
POLÍTICA
Erwin Macario
Tabasqueñismos (5)
Se burlan mucho del
tabasqueño,
por su bacal, y su yagual, y
su
escarpa, y su arrecho, y su
balde.
FJS /
Diccionario General de
Americanismos 2da edición
En uno de esos tantos sitios
“tabasqueñistas” del internet, el pepenador (sin ningún interés despectivo),
reciclador de nuestra habla, emocionado, dice: “En el Tabasco antiguo, los
dichos y modismos resultan divertidos y reflejan la idiosincrasia de los
ciudadanos. Son parte de su esencia y motivo de orgullo por su originalidad
pues en ningún otro sitio del mundo se escuchan. ¡Son auténticos!”.
Suscribo, como dicen por ahí,
la mayor parte del texto, pero eso de que “en ningún otro sitio del mundo se
escuchan” es mucho decir.
Nadie, ningún país, es dueño
de las palabras. Nuestra habla es, como toda lengua, viajera. Ya lo dice, y muy
bien, Francisco J. Santamaría en su Diccionario General de Americanismos:
“No tengamos, pues, por artículo de fe la afirmación de que este o aquel
vocablo sean exclusivos, peculiares de un lugar, tan peculiares como para no
poder aceptar que sean vecinos o buenos hijos también de cualquier otro sitio,
así sea éste muy distante de aquel, tan remoto como Catamarca…”.
Y agrega, en otra parte: “Los
mejicanos, por ejemplo, los mejicanos de Méjico, la capital, y en general todos
los de la región interior del país, se burlan mucho del tabasqueño, por su
bacal, y su yagual, y su escarpa, y su arrecho, y su balde, sin parar mientes
que unos de estos términos son aztequismos tan legítimos como los numerosísimos
que ellos usan: metate, petate, chiquihuite, etc., sólo que estos son más
conocidos en el país por usuales en la mayor parte de los Estados; y en que
otros, como arrecho y balde, son de legítima extracción castiza y clásica, por
razón de origen y por razón de uso” (Sic).
Sic erat scriptum. Así
fue escrito en la segunda edición del diccionario de Santamaría, en septiembre
de 1988, por lo que no vemos el uso de la “i” del maestro.
Aprovechemos a FJS, que fue el
primer gobernador constitucional de seis años de Tabasco, del 1 de enero de
1947 al 31 de diciembre de 1952, y no de 1946 a 1952 como dicen quienes, en el
sitio cibernético en comento —ay mojo abogado—, DeTabascoSoy (DTS),
se dedican a confundir la historia: “En 1945 fue postulado para Gobernador de
Tabasco, mismo que dirige de 1946 a 1952”. ¡Qué caballos!
En esa misma “biografía”,
publica DTS el siguiente pie de foto: “El Lic. Francisco J. Santamaría
en el Instituto Juárez en 1967, lo acompaña al centro el Gobernador de Tabasco
Lic. Noé de la Flor Casanova”. Otra caballada. En 1967 el gobernador de Tabasco
era don Manuel R. Mora y ya del instituto sólo quedaba el nombre al histórico
edificio, pues había pasado a ser universidad. Y don Francisco había muerto en
1963.
Don Noé, gobernó Tabasco del 1
de enero de 1943 al 31 de diciembre de 1946, aunque ustedes lo mataron en 1936
pero él murió en 1986. ¡Corrijan!
Fue el último gobernador de
cuatro años, inmediato antecesor de don Francisco, que, ya dije, estrenó los
seis años y fue el segundo gobernador que habitó la hoy Quinta Grijalva, pero
todavía no era residencia oficial. El primer gobernante que vivió ahí fue Tomás
Garrido. El primero que la iba a vivir seis años como residencia oficial,
propiedad del Gobierno, pues, fue Manuel Bartlett Bautista, quien la compró a
Santamaría: El Honorable XL Congreso del Estado Libre y Soberano de Tabasco,
expidió el decreto número 187 el 29 de abril de 1953, para legalizar la
adquisición de «[ … ] una finca apropiada con las condiciones necesarias de
comodidad y seguridad que pueda destinarse a Residencia del Titular del Poder
Ejecutivo y de su familia [ … ]».
Don Manuel sufrió la traición
de Carlos Madrazo y no terminó su sexenio.
Toda esta pequeña
disquisición, es para recordar, queridos lectores, que no sólo negocian esa
negocia de “toda entidad elocutiva —voz, frase, giro, expresión—“, FJS dixit,
sino que devanan la historia.
Y mencionar la Quinta Grijalva
obedece a que estos días se prepara el intento de convertirla en museo, y hay
muchos fusilamientos del tema.
En fin, reculemos al asunto de
nuestra habla. Ayer martes inauguró septiembre, con su columna Franja Sur,
nuestro amigo y colega René Alberto López. El sólo título de su texto “Cachito
y cachote”, nos da pie a comentar el espíritu trashumante del lenguaje.
Ya sabemos, aunque no seamos
ludópatas, o fanáticos de la Cuarta, lo que es un cachito en la lotería.
Vayamos a lo otro. El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE)
en una de sus definiciones: cacho. Del lat. vulg. *caccŭlus, y este del lat.
caccăbus 'olla'; cf. gall. cacho 'vasija rota, pedazo quebrado de una vasija' y
port. caco 'cacharro, pedazo de loza'. Pero también: cacho, De or. inc.1. m.
Am. cuerno (‖ prolongación ósea). En Chile, encargo o trabajo fatigoso e
inoportuno. También es una locución coloquial en Colombia y Venezuela, que
significa engañar. En esos países y en Salvador, doblar el cacho o clavar el
cacho, es morir.
Cachito, que en México es
famoso ahora con el avión presidencial, además de significar otras muchas cosas
mirruñas, en Venezuela y otros países geográficamente debajo de México es un
panecillo en forma de cuerno.
Y el cachote, a lo que el
López periodista da otra connotación, para los gallegos es “anaco grande de
pedra que se desprende dunha rocha ou dun penedo”. No anda tan mal el
franjafronterizo.
Dijo FJS que burlan al
tabasqueño “por su bacal, y su yagual, y su escarpa, y su arrecho, y su balde”
(otra vez Sic) y baste decir que arrecho, como él mismo señala “medra y
prospera en la provincia española de Alava, casi con el mismo significado que
en Tabasco, que por cierto no es sólo “fiestero, alegre y desastroso” que ha
pepenado por ahí el portal DTS, y que se puede leer en el Vocabulario
Tabasqueño, de Jorge Priego et alii.
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