HABLAR COMO AMLO
Tp280820 Cultura RUMBO NUEVO
TRANSPARENCIA
POLÍTICA
Erwin Macario
Hay muchos que dicen:
«Yo soy tabasqueño y no
hablo como López Obrador».
Revista Algarabía 100214
El mero mero, el machuchón —el
ahora “supremo gobierno”, como decía mi paisano de Tenosique, Teófilo
Rodríguez, alias Chanchaque—, cuando era jefe de Gobierno del Distrito Federal
adquirió una tonga de ejemplares del Vocabulario tabasqueño, para hacerse
entender mejor.
El periodista Ignacio Almeida
lo hace público en octubre de 2018, a través de la agencia Notimex: el libro, el
hoy presidente electo, Andrés Manuel López Obrador lo obsequió a sus
funcionarios a manera de que entendieran su tabasqueñismo, lo cual es una
manera de preservarlo.
Los tabasqueños han perdido en
gran parte su forma de hablar, un lenguaje que lo distingue de otras entidades
al utilizar palabras con influencia maya o de otras lenguas indígenas, que se
pierden porque los hablantes se avergüenzan de ellas, señala Erwin Macario
Rodríguez, escritor y periodista, difunde Notimex.
En realidad, mientras unos
intentan ser fifís y hacer que no saben ni han disfrutado nuestra mejor bebida,
pero no se les olvida el meneíto, otros desconocen nuestros modismos o los
conocen mal porque, ayer se dijo en este espacio de prensa, “cada hijo de buen
vecino se considera facultado para hacer mangas y capirotes” con nuestro lenguaje.
Otros, como el que escribe,
lamentamos el olvido de las palabras que formaban nuestra forma de hablar y de
ser. Algunos por enfermedad profesional. “No uses palabras que no entienda toda
la gente”, se recomienda a periodistas.
Y nos perdemos de explicar que
“chanchaque” es un sancochado de carne con hueso, de res, ajo, cebolla,
cebollín, chiles y pimienta, al que no se le pone lo que le da otro sabor a
nuestro sabroso puchero: chayote, macal, yuca, camote, plátano…
Así, por falta de uso, se nos
olvidan la mayoría de modismos tabasqueños, hasta que alguien, interesado como
AMLO o el periodista Almeida, nos los hacen recordar; o cuando nos topamos con
los muros de la ignorancia convertida en proyecto cultural en las benditas
redes sociales, y dicen verdades a medias en la historia y destruyen nuestra
habla.
Es necesario, lo dije al amigo
Almeida y a Notimex, “corregir los errores de quienes suben a las
redes vocablos con significados que no corresponden al uso que se les da en
Tabasco”. Y en eso andamos.
Reeditar el Vocabulario tabasqueño: colección de locuciones usadas
actualmente en Tabasco cuyos significados no aparecen en ningún diccionario o,
por lo pronto subirlo a las redes, sería una forma de contrarrestar tantas
caballadas como las que se comentan.
Ya se ha dicho que, para la
preservación de las expresiones tabasqueñas, escritores como Jorge Priego
Martínez, han publicado Anecdotario Tabasqueño, y el periodista, Armando
Pérez Chan, Anécdotas, Cuentos y Tradiciones del Folclor Porteño.
El Vocabulario hoy citado es
obra, principalmente, de Jorge Priego y en ello colaboramos la cronista de
Villahermosa Gabriela Gutiérrez Lomasto, Jorge Gómez Sánchez, Tilo Ledezma y
Agenor González Valencia (ya fallecidos). Jorge y yo somos los sobrevivientes y
la “andancia” del Covid nos impidió hacer otro equipo para agregar vocablos
pendientes.
Por portales y sitios
cibernéticos como DeTabascoSoy, con su sección de tabasqueñismos, y
otros viajeros cibernautas, que hasta titulan sus recopilaciones como “diccionarios”,
es que revistas como Algarabía intentan usar nuestro modo de ser y
hablar “para balconear a tabasqueños”: Hay muchos que dicen: «Yo soy
tabasqueño y no hablo como López Obrador». Y es que no todos los que nacimos y
hemos vivido en Tabasco hablamos «gracioso»; pero este artículo se refiere a
aquellos que, antes que dejar de tomar pozol, prefieren renunciar a la cerveza;
a quienes comen caldo de gallina cuando la temperatura es de 38 °C a la sombra,
y a las 6 de la tarde salen a tomar el fresco; y a quienes, cuando se ensucian
la ropa, exclaman: «¡Ya me devané!»; a los que sólo comen «un bocaíto», y a los
que les encanta el chicharrón con puerco, la manea y la tortilla de maíz nuevo.
O sea, de los «chocos» de corazón.
Pero para quienes no nos
avergonzamos de lo que somos, es bueno leer en esa revista: “Aprendí que cuando
necesitamos que alguien dé vuelta a algo por nosotros, para dar instrucciones
precisas de los movimientos necesarios hay que decir: «Víralo tantito; sí, así,
cantéalo un poquito, como que jalas pa’llá y luego lo arrempujas». Mi padre
también me enseñó una palabra que parece tener magia y con la que puedes hacer
que todas las cosas tengan un mismo nombre: negocia. Es tan efectiva que no
importa a qué te refieras, la otra persona entenderá”.
Como algunos no entenderán, va
ejemplo: diantres, dejen de estar negociando ese negocio porque se van a negociar.
Tanto la revista Algarabía como
Almeida y Notimex mostraron ser profesionales en el manejo de los modismos
tabasqueños que citan y explican, no como sucede en “el proyecto” y otros
muchos sitios donde repiten errores como “habladores” del habla tabasqueña.
Unos ejemplos. Explica Almeida:
“guindar la hamaca” es colgar la hamaca; “aconcharse a la pared”, es recargarse
a la pared u otro objeto; “dale un tatequieto” es calmar a alguien con un golpe
leve.
Y DeTabascoSoy copia: Aconchar
/ Aconchá: Recargarse sobre algo o alguien. ¡Bien! En tanto, encuentro en De
todo un poco, palabras chocas; aconchar: “Juntar, poner sobre algo. (ahi
deja la escoba, aconchada en la pared)”. Mal: si se pone sobre algo se
encarama, no se aconcha.
Y otro del mismo Detodounpoco,
fuentes donde abrevia DeTabascoSoy: Guindar: colgar, amarrar algo
sobre nivel del piso (oye jose, guida la hamaca, porque ya tengo sueño y me
quiero acostar).
(Continuará)
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