GOBERNADOR DE LA 4T
Tp130920 Cultura VÉRTICE
TRANSPARENCIA
POLÍTICA
Erwin Macario
De lengua y otros platos
pasadas ha detenido a siete
personajes peligrosos. ¡Siete!
nos faltan cuatro de 10.
Cuauhtemoc Blanco,
Gobernador de Morelos
Un poco cautivo de la utopía y
la distopía de la alfombra mágica del internet —usuario obligado por enfermedad
profesional que intento minimizar—, el aislamiento social por la pandemia no
sólo me hace dedicar más tiempo a la red informática, sino que me libera de
temas que, por abundantes, resultan ya poco atractivos.
Alternar, pues, un poco la
atención a los tres grupos de WhatsApp que he creado y a otros en los que me
han incluido, con la revisión a vuelo digital sobre las pantallas de Twitter y
Facebook, ha sido —con mucha precaución— una de las terapias de estos casi seis
meses de confinamiento voluntario.
Leer y releer los libros que
aún conservo, disfrutarlos en audios, perderme a veces en uno de ellos al
reorganizarlos en los libreros, como sucede con los recortes de columnas,
crónicas, reportajes y otros de mis textos periodísticos, también me ha librado
del síndrome de la cabaña.
¡Y las fotografías! Cuánto
ayudan. Los recuerdos llenan el tiempo pasado y el vacío de instantes que
podrían llevar al stress. Por ahí la alegría de los hijos, cuando eran niños,
como el Léon Werth a quien dedicaron El Principito y el hallazgo de las
imágenes capturadas hace casi cuarto siglo desde el último piso de la torre
empresarial y publicadas en el diario en que entonces trabajaba.
Sí. Trabajo y terapia, que se
complementa con buscar la soledad de unos minutos, que antes no importaba, por
las prisas de fuera. El estar a solas con uno mismo y meditar, y orar y
reflexionar.
Hay tiempo para mucho. Para
hablar con un amigo, desde la sana distancia del celular. Para leer sus
columnas o sus participaciones en las redes. Para atender una invitación, que
siempre es una honra, una distinción, a colaborar con un medio informativo.
Y esto es lo de esta primera
entrega a Vértice. Creo que se me dispensará que no hable de la pandemia y el
daño que la omisión criminal ha causado al país. Abandoné hace muchas semanas
las cifras de los muertos que un día serán caput del circo político. También se
me disculpará, esta vez, no hablar de la corrupción ajena para ocultar la
propia, como vemos que sucede; ni para defenderme de la generalización del odio
contra quienes sólo tratamos ser ayudantes de campo de la historia, mucho menos
para justificar lo que ha sido el oficio de toda una vida y cuyos frutos están
en las hemerotecas, en periódicos como éste en que hoy empiezo a colaborar.
He dedicado estos últimos días
a escribir sobre el lenguaje en Tabasco, sobre nuestra forma de hablar y sobre
ello quiero hacerlo en esta ocasión.
Me da pie un video, que se
viralizó. El gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco —regular para las
patadas, malo para el estudio— presume ante esa odiada prensa que todo lo
tizna: “Nadien, de administraciones pasadas ha
detenido a siete personajes peligrosos. ¡Siete! nos faltan cuatro de 10!”.
Sino fuera prueba de lo
fallido que es llevar al poder a la ignorancia, la ambición y la hipocresía,
sólo por una popularidad engañosa, podríamos regresar al lenguaje en desuso ese
“nadien” que pareciera justificarse en la terminación de su homónimo “alguien”.
Sin tomar en cuenta, claro, que el ex futbolista reprobó hasta en la suma más
elemental.
Hacer políticos o funcionarios
a deportistas, artistas y hasta a prófugas del metate —como las “juanitas”,
esposas y familiares por aquello del mal entendido género— ya ha provocado más
fisuras en la propia 4T, como se ve en Tabasco, lo que no es el tema de esta
Transparencia.
Pues bien, Ricardo Soca, autor de La fascinante historia
de las palabras y de Nuevas fascinantes historias de las palabras, juega,
con esto de la pandemia, con otra distorsión no aceptada ahora por la Real
Academia Española (RAE): ¡Procure que naiden de los suyos olvide su mascarilla!
Naiden y nadien son aquellos vocablos que alguna vez
escuchamos, que eran de uso común en un español de siglos, barbarismos que el
estudio va eliminando, como aquel “me fueras dicho que” por me hubieras dicho
que, o el “se me desfimunó entre la gente”, en vez de se me esfumó; por citar
algo.
Naide, naiden y nadien son barbarismos de nadie, que además
de proverbio es sustantivo según el diccionario de María Moliner que registra
esta palabra también con el significado de “persona insignificante, de poca importancia
o de poco carácter”, como el de la cuauhtemiña y ahora lingüista matemático.
En fin, de algo ha servido esa mala suma y ese “nadien” que
bien representa a los “nadies” en el poder. Gracias Félix Manuel Nolasco, por
este espacio.
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