LAMPAREAR EN INTERNET
Tp270820 Cultura RUMBO NUEVO
TRANSPARENCIA
POLÍTICA
Erwin
Macario
Tabasqueñismos
(1)
…corrupción de nuestra
pobre
lengua, de la cual cada hijo
de
buen vecino se considera
facultado
para hacer mangas y capirotes.
Francisco J. Santamaría/
Ensayos
críticos del lenguaje (1940)
En esta andanza del Covid-19
—“andancia”, escuché de niño—, sobra tiempo para bogar por internet, aprender,
desaprender y sorprenderse de la basura que se exhibe —no se esconde debajo— en
la llamada alfombra mágica, donde cualquiera sube lo que su buen caletre le
dicta.
Con toda intención uso el
verbo bogar, y no navegar, para arrancar este texto, porque nada, en mi caso,
ilustra mejor que eso de ser boga: en un cayuco grande, algunas noches con uno
de mis tíos y otros pescadores salíamos a lamparear, linternear en el río de San Pedro; y ser boga,
supe desde entonces, es mover los remos en el agua para hacer avanzar o detener
una embarcación.
No sólo usé el canalete sino,
con la más grande emoción, la fisga con la que uno que otro pez era ensartado
en su escondrijo, en las entonces aguas cristalinas, de un arroyo que se
formaba desde el boquete que entonces amainaba la corriente fluvial, y pasaba
por la orilla del pueblo hasta unirse nuevamente con el río que en ese sitio
era como una gran laguna.
Esta forma de pescar en la
oscuridad se me ocurre como la de navegar en algunos sitios negros del ciber,
donde el cacumen, la mollera —el caletre ya dije— de algunos (y algunas, Fox
dixit) han ensartado sus mengambreas, según linternearé en este espacio
periodístico de Rumbo Nuevo.
Además, porque una segunda
acepción de bogar es, en Chile, “quitar la escoria a los metales en el momento
de la fundición”. Ojalá y en algo se pudiera escombrar un poco tanta basura en
las benditas redes.
Bogar, pues, en mi niñez. Con
el canalete, en un cayucón o canoa, y no en un “cayucao”, como llaman a esta
embarcación grande en el sitio cibernético DeTabascoSoy, donde se
atreven a ensartar que: Cayucao (es) embarcación ancha y alargada hecha de
troncos. Y no una gran dotación de algo, comida, principalmente, como es el
modismo.
“Ningún, ningún”, diría
recordada lingüista, mi amiga Mía, porque un cayuco se hace de un árbol o se
arma de madera. Hecha de troncos pueden ser las balsas; que de niños hacíamos
de tallos de plátano para navegar cuando nos íbamos al agua, en las
inundaciones.
Esta vez se alumbra debajo de
los troncos abandonados de ese portal, pero sus errores e inexactitudes son
muchas y no sólo manchan lo bello de nuestros modismos, como ahora intentaremos
explicar, sino que tergiversan nuestra historia sin que sus mecenas (los y las,
otra vez la precisión foxiana) hagan algo por revisar sus adefesios antes de
guindarlos en la red de redes y exhibirnos como un pueblo que no cuida su
historia, ni el sabor y olor de sus palabras.
Cuánta razón tenía el maestro
Santamaría. Vale ahora, en defensa de
nuestros tabasqueñismos, lo que dice en Ensayos críticos del lenguaje,
libro en que comparte páginas con Rafael Domínguez: …publicó el académico
don Carlos González Peña un sustancioso artículo, “La Palabrería Bárbara”, en
el que vino a romper lanzas contra el abarragamiento y corrupción de nuestra
pobre lengua, de la cual cada hijo de buen vecino se
considera facultado para hacer mangas y capirotes, y en la que se despotrica
de lo lindo en senados y cenáculos, en tribunas y corrillos, en periódicos y
aún en libros que corren por esos mundos.
Ojalá y me dé el magín, más
que nada, pues es de imaginación y no de conocimientos, que está plagada dicha
página virtual, que en el tema hoy me lleva por los bellos caidizos del habla,
por los colores y los olores —y a veces shuquíos— de nuestra forma de hablar en
Tabasco.
Sé que se tejerá sobre la
sordera —aunque deben tener unas grandes orejas, que DTS llama guataca,
y no, como el cronista Pedro Luis Hernández Sánchez, papalota de la oreja—, en
contra de la soberbia y prepotencia, el amachamiento. Ya he visto que son
reaccio(a)s a rectificar, corregir; se empecinan… se amachan.
Un video sobre lo que llamaron
“El rapto de Juchimán”, me hizo revisar el sitio y releer libros. Es necesario
que alguien frene esas inexactitudes históricas, así como los errores en
nuestros usos y costumbres, en nuestro lenguaje.
Y me dije: ya es tiempo. No me
puedo dilatar con este asunto, así que, adelante con la cruz, que el diablo se
lleva al muerto
Espero no agorzomar, fastidiar
o importunar a quienes “hacen” y mantienen ese llamado proyecto cultural, y
muchos menos charpear, salpicar o pringar más alto, para que no atujen, azucen
o vayan a acushilar a sus perros en contra de quien sólo quiere señalar errores
como ese de decir que cushilear es chismear. Que ya les critiqué en Facebook,
con el fin de que corrijan.
Nuestros tabasqueñismos valen.
De esos modismos ha dicho Rafael Domínguez, en el prólogo de Así hablan en
mi tierra, de Oscar G. Carrera: hay algunos dichos y dicharachos tan
significantes y expresivos, muchos de ellos nacidos de la inventiva popular, de
suyo ingeniosa, que, a decir verdad, enriquecen el lenguaje y, sin género de
duda, le dan gracia y donaire.
No los tergiversemos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario