El origen de lúdico
Montó burdeles, tabernas y juegos públicos,
y ordenó que los ciudadanos de Sardes hicieran
uso libremente de ellos. Esta iniciativa dio tan buen
resultado que jamás hubo ya que atacar a los lidios
por la fuerza de la espada. Estas pobres y miserables
gentes se distrajeron de su objetivo, entregándose a
todo tipo de juegos; tanto es así que de ahí proviene
la palabra latina (para lo que nosotros llamamos
pasatiempos). Étienne de La Boétie/Sobre la
servidumbre voluntaria
Las lluvias tienen sus ventajas. De pequeño —ya llovió dirán ustedes— vivíamos el diluvio universal. Días y días sin poder ir a la escuela. ¡Qué sufrimiento!, pero, eso sí, cuanta diversión sentirse navegantes en las aguas desbordadas, en algunas partes.
Ahora el encierro permite ordenar los archivos, leer algún libro que por días, a veces meses, ha esperado nuestra visita. Nuevas lecturas los desplazan. Aquella película enlatada en la casa por falta de tiempo. La revista a la que sólo escudriñamos algún texto pero que encierra otros de interés.
Revisar las clases —viejos alumnos en nuevos conocimientos— y hacer las tareas. O, cuando escampa, recordar viejas distracciones, lúdicos quehaceres como ese del billar que, por unas horas, nos permitió probar nuestras viejas andanzas. Antes el billar era cosa de vagos. ¿Verdad Felipe Eladio?
En esas distracciones y en llenar de recuerdos y esperanzas el Facebook, se han llenado las horas. Ya casi olvido escribir para hoy lunes. Como los temas se me vienen encima los hago a un lado y les regalo unos párrafos de otro de mis libros de cabecera, Sobre la servidumbre voluntaria, de Étienne de La Boétie.
Es un libro que deben conocer, principalmente, los políticos. Ojalá que les guste. Si no, me comentan. A mi me ha servido. Y hoy con más razón. Va:
“El Gran Turco se dio cuenta de que los libros y la sana doctrina proporciona a los hombres más que cualquier otra cosa, el sentido de su dignidad como personas y el odio por la tiranía, de modo que no tiene en sus tierras a muchos sabios, ni tampoco los solicita. Y, en cualquier otro lugar, por elevado que sea el número de fieles a la libertad, su celo y el amor que le prodigan permanece pese a todo su efecto porque no logran entenderse entre ellos. Las libertad de actuar, hablar y de pensar les está casi totalmente vetada con el tirano y permanecen aislados por completo en sus fantasías.
“(...) Pero esa astucia de los tiranos, que consiste en embrutecer a sus súbditos, jamás quedó tan evidente como en lo que Ciro hizo a los lidios, tras apoderarse de Sardes, capital de Lidia, al apresar a Creso, el rico monarca y hacerlo prisionero. Le llevaron la noticia de que los habitantes de Sardes se habían sublevado. Los habría aplastado sin dificultad inmediatamente; sin embargo, al no querer saquear tan bella ciudad, ni verse obligado a mantener un ejército para imponer el orden, se le ocurrió una gran idea para apoderarse de ella: montó burdeles, tabernas y juegos públicos, y ordenó que los ciudadanos de Sardes hicieran uso libremente de ellos.
“Esta iniciativa dio tan buen resultado que jamás hubo ya que atacar a los lidios por la fuerza de la espada. Estas pobres y miserables gentes se distrajeron de su objetivo, entregándose a todo tipo de juegos; tanto es así que de ahí proviene la palabra latina (para los que nosotros llamamos pasatiempos). Ludi que, a su vez, proviene de Lydi. No todos los tiranos han expresado con tal énfasis, su deseo de corromper a sus súbditos.
“Pero lo cierto es que lo que éste ordenó tan formalmente, la mayoría de los otros han hecho ocultamente. Y hay que reconocer que esta es la tendencia natural del pueblo, que suele ser más numeroso en las ciudades; desconfía de quien le ama y confía en quien lo engaña. No creáis que ningún pájaro cae con mayor facilidad en la trampa, ni pez alguno muerde tan rápidamente el anzuelo como esos pueblos que se dejan atraer con tanta facilidad y llevar a la servidumbre por un simple halago, o una pequeña golosina.
“Es realmente sorprendente ver cómo se dejan ir tan aprisa por poco que se les dé coba. Los tragos, los juegos, las farsas, los espectáculos, los gladiadores, los animales exóticos, las medallas, las grandes exhibiciones y otras drogas eran para los pueblos antiguos los cebos de la servidumbre, el precio de su libertad, los instrumentos de la tiranía”.
LADO CLARO
No cabe duda. Los viajes ilustran. Abordé un “Aquilesbús” y descubro que la parada de Morelos con Zaragoza se llama “Las Turcas”. No había mejor nombre para una parada, que algunos pudieran llamar “La Lucha”, por la tienda que ahí es historia. O “El Templo”, porque ahí hay uno. Pero no: “Las Turcas”. Honor al lugar de amancebamiento que en esa bajada existe y es, también, histórico, casi centenario. Lúdico y lúbrico sitio.
y ordenó que los ciudadanos de Sardes hicieran
uso libremente de ellos. Esta iniciativa dio tan buen
resultado que jamás hubo ya que atacar a los lidios
por la fuerza de la espada. Estas pobres y miserables
gentes se distrajeron de su objetivo, entregándose a
todo tipo de juegos; tanto es así que de ahí proviene
la palabra latina (para lo que nosotros llamamos
pasatiempos). Étienne de La Boétie/Sobre la
servidumbre voluntaria
Las lluvias tienen sus ventajas. De pequeño —ya llovió dirán ustedes— vivíamos el diluvio universal. Días y días sin poder ir a la escuela. ¡Qué sufrimiento!, pero, eso sí, cuanta diversión sentirse navegantes en las aguas desbordadas, en algunas partes.
Ahora el encierro permite ordenar los archivos, leer algún libro que por días, a veces meses, ha esperado nuestra visita. Nuevas lecturas los desplazan. Aquella película enlatada en la casa por falta de tiempo. La revista a la que sólo escudriñamos algún texto pero que encierra otros de interés.
Revisar las clases —viejos alumnos en nuevos conocimientos— y hacer las tareas. O, cuando escampa, recordar viejas distracciones, lúdicos quehaceres como ese del billar que, por unas horas, nos permitió probar nuestras viejas andanzas. Antes el billar era cosa de vagos. ¿Verdad Felipe Eladio?
En esas distracciones y en llenar de recuerdos y esperanzas el Facebook, se han llenado las horas. Ya casi olvido escribir para hoy lunes. Como los temas se me vienen encima los hago a un lado y les regalo unos párrafos de otro de mis libros de cabecera, Sobre la servidumbre voluntaria, de Étienne de La Boétie.
Es un libro que deben conocer, principalmente, los políticos. Ojalá que les guste. Si no, me comentan. A mi me ha servido. Y hoy con más razón. Va:
“El Gran Turco se dio cuenta de que los libros y la sana doctrina proporciona a los hombres más que cualquier otra cosa, el sentido de su dignidad como personas y el odio por la tiranía, de modo que no tiene en sus tierras a muchos sabios, ni tampoco los solicita. Y, en cualquier otro lugar, por elevado que sea el número de fieles a la libertad, su celo y el amor que le prodigan permanece pese a todo su efecto porque no logran entenderse entre ellos. Las libertad de actuar, hablar y de pensar les está casi totalmente vetada con el tirano y permanecen aislados por completo en sus fantasías.
“(...) Pero esa astucia de los tiranos, que consiste en embrutecer a sus súbditos, jamás quedó tan evidente como en lo que Ciro hizo a los lidios, tras apoderarse de Sardes, capital de Lidia, al apresar a Creso, el rico monarca y hacerlo prisionero. Le llevaron la noticia de que los habitantes de Sardes se habían sublevado. Los habría aplastado sin dificultad inmediatamente; sin embargo, al no querer saquear tan bella ciudad, ni verse obligado a mantener un ejército para imponer el orden, se le ocurrió una gran idea para apoderarse de ella: montó burdeles, tabernas y juegos públicos, y ordenó que los ciudadanos de Sardes hicieran uso libremente de ellos.
“Esta iniciativa dio tan buen resultado que jamás hubo ya que atacar a los lidios por la fuerza de la espada. Estas pobres y miserables gentes se distrajeron de su objetivo, entregándose a todo tipo de juegos; tanto es así que de ahí proviene la palabra latina (para los que nosotros llamamos pasatiempos). Ludi que, a su vez, proviene de Lydi. No todos los tiranos han expresado con tal énfasis, su deseo de corromper a sus súbditos.
“Pero lo cierto es que lo que éste ordenó tan formalmente, la mayoría de los otros han hecho ocultamente. Y hay que reconocer que esta es la tendencia natural del pueblo, que suele ser más numeroso en las ciudades; desconfía de quien le ama y confía en quien lo engaña. No creáis que ningún pájaro cae con mayor facilidad en la trampa, ni pez alguno muerde tan rápidamente el anzuelo como esos pueblos que se dejan atraer con tanta facilidad y llevar a la servidumbre por un simple halago, o una pequeña golosina.
“Es realmente sorprendente ver cómo se dejan ir tan aprisa por poco que se les dé coba. Los tragos, los juegos, las farsas, los espectáculos, los gladiadores, los animales exóticos, las medallas, las grandes exhibiciones y otras drogas eran para los pueblos antiguos los cebos de la servidumbre, el precio de su libertad, los instrumentos de la tiranía”.
LADO CLARO
No cabe duda. Los viajes ilustran. Abordé un “Aquilesbús” y descubro que la parada de Morelos con Zaragoza se llama “Las Turcas”. No había mejor nombre para una parada, que algunos pudieran llamar “La Lucha”, por la tienda que ahí es historia. O “El Templo”, porque ahí hay uno. Pero no: “Las Turcas”. Honor al lugar de amancebamiento que en esa bajada existe y es, también, histórico, casi centenario. Lúdico y lúbrico sitio.
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