domingo, 5 de septiembre de 2010

SALVAR VIDAS, PRIORIDAD


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TRANSPARENCIA
POLÍTICA
Por Erwin Macario* erwinmacario@hotmail.com

Éxodo obligado

La prioridad número uno tanto de usted
como de un servidor era salvar las vidas
humanas como primer paso, y a esa tarea
nos abocamos desde el primer momento
en que se dio la emergencia, como se ha
informado
. Andrés Granier 091107

Las notas de prensa no son claras este 2010. No explican: informan que se reubican familias que se encuentran en zona federal, en las márgenes del río Carrizal.
La verdad no son asentamientos en las márgenes: están dentro de lo que en las crecientes es el cauce del río, entre éste y las carreteras o bordos.
Las aguas se acomodan en sus casas, entran a las recamaras, a las salas…
En realidad no se puede hablar de cultura del agua en esos casos. No están preparados para, siquiera, alzar sus muebles. Duermen, cocinan, comen entre el agua. Y no quieren ir a las casas que el gobierno ha construido en fraccionamientos como el Bicentenario, para quienes ya llenaron la documentación; o a los albergues, quienes son gente que ha llegado, engañadas a veces, a esos cauces fluviales.
No hacen casos a los voces de alertas que este 2010 se multiplican. Ya no es únicamente —como en el 2007— el gobernador Andrés Granier el que camina las riberas del Grijalva y Carrizal —que abrazan, quieren ahogar, Villahermosa y las colonias, fraccionamientos, rancherías y otros núcleos poblacionales del otro lado de esos ríos—. Ahora el presidente municipal de Centro, Jesús Alí de la Torre y los diputados locales encabezados por José Carlos Ocaña Becerra son, junto con Granier, los predicadores de las malas nuevas.
Cientos de casas construidas en las laderas, en la margen izquierda del Carrizal, del otro lado de la parte norte de Villahermosa son inundadas año con año. Las aguas no pueden extenderse hacia las tierras de enfrente porque las carreteras actúan como bordos. Quedan así miles de tabasqueños atrapados. Como sucede en Medellín y Pigua, en cuya segunda sección ha tenido que entrar la fuerza pública para salvarles la vida.
Algunas familias han sido trasladadas al fraccionamiento Bicentenario, localizado por la carretera a Teapa, por Parrilla. Desde el año pasado debieron hacerlo. Pero se han negado a quitarse de lo que ya es cauce del río. Otras familias insisten en quedarse así. Ignoran el peligro a que están expuestos y dicen, según nota de prensa: “ya están acostumbrados a la cultura de las crecientes de cada año y no lo necesitan".
¿Cultura de las crecientes? Eso no es sino ignorancia que raya en locura. No será cultura del agua construir en tiempo de seca en los espacios que quedan entre el río y los malecones de Villahermosa. Los bordos y carreteras son los malecones de las comunidades: impiden que las aguas de los ríos se desborden hacia la ciudad o hacia los campos. Que corran hacia el mar.
La inconformidad no es válida en quienes no aceptan ser movilizados hacia su nuevo hogar o a los albergues. Doña Elsa Ramos, que fue la voz de protesta cuando se empezó a reubicarlos no tiene razón cuando dice que “No aceptamos la reubicación, aquí han crecido nuestros hijos, llevo 30 años viviendo en estas condiciones, nosotros les decimos que no se preocupe el gobierno por nuestra integridad".
Menos cuando amenaza con el suicidio colectivo: "no queremos una casita que apenas y entramos los integrantes de la familia, cuando nosotros estamos acostumbrados toda una vida, estamos dispuestos a morir en nuestras casas; que demuelan las casas que con tanto sacrificio hemos hecho, pero no nos iremos".
Sería irresponsable un gobierno que no intentara, al menos, convencer a la gente asentada en los cauces de ríos, para que de una vez se salgan de ahí. Tal vez el costo político sea alto al tomarse medidas como las del uso de la fuerza pública. Otras voces se encargarán, o al menos intentarán, hacer malo lo que es bueno. Convertir en villanos a los que como Granier, Ocaña Becerra, Alí de la Torre y los diputados, no andan repartiendo despensas y promesas sino alertando el peligro.
Sería más fácil, esperar a los que huyan de las aguas, albergarlos y darles algunos alimentos y aguas. Repetir esto el año entrante y así cada año. Y no exigir que se hagan las obras hidráulicas que se necesitan, entre ellas los bordos de protección en los camellones o carreteras que se encuentran en las riberas.
Pero Granier no es de esa madera. Tampoco Alí ni los integrantes de esta LX legislatura. Por suerte.
Y, también por suerte, no todos los que habitan, no en los cauces, sino cerca de los ríos, buscan el suicidio o la eutanasia: desde el sábado 4, habitantes de las comunidades Los Sauces, Medellín y Pigua 2da, Lagartera, Samarcanda y Amatón, han hecho caso a las voces de alerta y se están movilizando hacia lugares seguros.

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