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TRANSPARENCIA
POLÍTICA
Por Erwin Macario* erwinmacario@hotmail.com
“Guerra” del Bicentenario
—I de dos partes—
Ésta no es una guerra, porque
en ella se trata simplemente de
exterminar al enemigo y aquí el
objetivo es distinto. El propósito
es someter a infractores de la ley…
Miguel Ángel Granados Chapa/
Plaza Pública 150810
Claro que no es una guerra, por más que el alto costo en vidas, en muertos que no pueden ocultarse ante el enemigo —como sucede en los enfrentamientos bélicos— se presuman abierta, públicamente: “En los enfrentamientos, por ejemplo, aunque hay lamentablemente bajas del Ejército y de las fuerzas federales, las bajas del lado de los criminales son considerablemente mayores”.
Nicolás Maquiavelo, en El arte de la guerra, dice: “Las batallas se ganan o se pierden, En el primer caso se debe proseguir la victoria imitando a César y no a Aníbal, que, por detenerse en Canas después de derrotar a los romanos, perdió la ocasión de apoderarse de Roma. César, al contrario, alcanzada la victoria, no descansaba, sino perseguía al enemigo con mayor furor e impetuosidad que durante el combate”.
“Tito Dimio —ilustra el también autor de El Príncipe— empleó con gran astucia un medio para ocultar al enemigo el daño que había sufrido en una batalla. Estuvo combatiendo hasta la noche con grandes pérdidas, y durante la oscuridad hizo enterrar la mayoría de los muertos. Los enemigos, al ver al día siguiente tantos muertos de los suyos y tan pocos de los romanos, creyeron que la desventaja estaba de su parte y se retiraron”.
En ésta, que no es una guerra, porque no tiene reglas ni terrenos neutrales, no sólo no se entierran a sus muertos en silencio sino que en vez de rendirles los homenajes póstumos en sus cuarteles se hace, como en Tabasco sucedió, entre el pueblo dando oportunidad al enemigo de masacrar a toda una familia.
Ésta no es una guerra, aunque su supremo comandante presuma las galas de “su” Ejército y pretenda colgar sobre su pecho las medallas de una victoria pírrica, sobre esos cadáveres, muchos de ellos producto del fuego cruzado: víctimas inocentes, daños colaterales sobre la conciencia de México.
Li Ch`uan, en comentario a Sun Tzu y su tratado más antiguo sobre este tema, también llamado El arte de la guerra, aconseja: “Las armas traen problemas. Hay que darle su lugar a la guerra y reflexionar antes de lanzarse a ella”.
Chan Yu, por su parte: “Cuando se convoca a las tropas para castigar a los culpables, el consejo del templo evalúa primero la buena actitud de los príncipes y la confianza de los pueblos; enseguida, las condiciones favorables del tiempo y, al final, lo duro del terreno. Bien meditado estos tres aspectos, se nombra un general para comandar el ataque. Ya que las tropas han cruzado las fronteras, el general es responsable de la ley y el mando”.
Pero la guerra bicentenaria empezó primero y hasta ahora se busca consultar al pueblo, a la sociedad civil, a las asociaciones religiosas y hasta a los dueños de los medios de comunicación, en reuniones donde el “generalísimo” asume su papel y evalúa sus triunfos: “Estoy hablando (en relación a los muertos) quizá de 8 a 1, o más. Indefectiblemente, la victoria, digamos, de ese enfrentamiento corresponde al gobierno. De tal manera que no es dable hablar de que esa guerra o esa batalla se va perdiendo”.
Mejores eran, en Tabasco, las proclamas del almirante Achirica, que sería bueno diera copias David Gustavo Gutiérrez Ruiz, que, dicen, las conserva como incunables en su biblioteca.
Mañana: destruir las armas.
LADO OSCURO
El alcalde de Villahermosa, Jesús Alí de la Torre, está dejando algunas calles tan, pero tan bien asfaltadas con el Dragón —otrora negocio sucio de Evaristo— que parecen nalgas de niño tierno. Pero… ¡les están poniendo topes! No se vale.
TRANSPARENCIA
POLÍTICA
Por Erwin Macario* erwinmacario@hotmail.com
“Guerra” del Bicentenario
—I de dos partes—
Ésta no es una guerra, porque
en ella se trata simplemente de
exterminar al enemigo y aquí el
objetivo es distinto. El propósito
es someter a infractores de la ley…
Miguel Ángel Granados Chapa/
Plaza Pública 150810
Claro que no es una guerra, por más que el alto costo en vidas, en muertos que no pueden ocultarse ante el enemigo —como sucede en los enfrentamientos bélicos— se presuman abierta, públicamente: “En los enfrentamientos, por ejemplo, aunque hay lamentablemente bajas del Ejército y de las fuerzas federales, las bajas del lado de los criminales son considerablemente mayores”.
Nicolás Maquiavelo, en El arte de la guerra, dice: “Las batallas se ganan o se pierden, En el primer caso se debe proseguir la victoria imitando a César y no a Aníbal, que, por detenerse en Canas después de derrotar a los romanos, perdió la ocasión de apoderarse de Roma. César, al contrario, alcanzada la victoria, no descansaba, sino perseguía al enemigo con mayor furor e impetuosidad que durante el combate”.
“Tito Dimio —ilustra el también autor de El Príncipe— empleó con gran astucia un medio para ocultar al enemigo el daño que había sufrido en una batalla. Estuvo combatiendo hasta la noche con grandes pérdidas, y durante la oscuridad hizo enterrar la mayoría de los muertos. Los enemigos, al ver al día siguiente tantos muertos de los suyos y tan pocos de los romanos, creyeron que la desventaja estaba de su parte y se retiraron”.
En ésta, que no es una guerra, porque no tiene reglas ni terrenos neutrales, no sólo no se entierran a sus muertos en silencio sino que en vez de rendirles los homenajes póstumos en sus cuarteles se hace, como en Tabasco sucedió, entre el pueblo dando oportunidad al enemigo de masacrar a toda una familia.
Ésta no es una guerra, aunque su supremo comandante presuma las galas de “su” Ejército y pretenda colgar sobre su pecho las medallas de una victoria pírrica, sobre esos cadáveres, muchos de ellos producto del fuego cruzado: víctimas inocentes, daños colaterales sobre la conciencia de México.
Li Ch`uan, en comentario a Sun Tzu y su tratado más antiguo sobre este tema, también llamado El arte de la guerra, aconseja: “Las armas traen problemas. Hay que darle su lugar a la guerra y reflexionar antes de lanzarse a ella”.
Chan Yu, por su parte: “Cuando se convoca a las tropas para castigar a los culpables, el consejo del templo evalúa primero la buena actitud de los príncipes y la confianza de los pueblos; enseguida, las condiciones favorables del tiempo y, al final, lo duro del terreno. Bien meditado estos tres aspectos, se nombra un general para comandar el ataque. Ya que las tropas han cruzado las fronteras, el general es responsable de la ley y el mando”.
Pero la guerra bicentenaria empezó primero y hasta ahora se busca consultar al pueblo, a la sociedad civil, a las asociaciones religiosas y hasta a los dueños de los medios de comunicación, en reuniones donde el “generalísimo” asume su papel y evalúa sus triunfos: “Estoy hablando (en relación a los muertos) quizá de 8 a 1, o más. Indefectiblemente, la victoria, digamos, de ese enfrentamiento corresponde al gobierno. De tal manera que no es dable hablar de que esa guerra o esa batalla se va perdiendo”.
Mejores eran, en Tabasco, las proclamas del almirante Achirica, que sería bueno diera copias David Gustavo Gutiérrez Ruiz, que, dicen, las conserva como incunables en su biblioteca.
Mañana: destruir las armas.
LADO OSCURO
El alcalde de Villahermosa, Jesús Alí de la Torre, está dejando algunas calles tan, pero tan bien asfaltadas con el Dragón —otrora negocio sucio de Evaristo— que parecen nalgas de niño tierno. Pero… ¡les están poniendo topes! No se vale.
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